miércoles, 24 de julio de 2024

Libro: “Las Dos Banderas (En Torrijos y Talavera)” de T. Toni

Teodoro Toni Ruiz (1893-1967) fue un religioso navarro, doctor en Derecho Civil en la Universidad de Salamanca, dirigió la publicación "Hechos y dichos" de 1935 a 1950, así como la Editorial y la Casa de Escritores de Bilbao. Fue un prolífico escritor a lo largo de su vida y entre las obras que escribió relacionadas con la Guerra Civil destacan en la provincia de Toledo:

  • Por Ávila y Toledo. Iconoclastas y mártires”. (1937).

  • Las Dos Banderas (en Torrijos y Talavera)”. (1938).

  • Mártires de la Cruzada. Un párroco ejemplar: Don Liberio González Nombela”. (1982).


Teodoro Toni expresa con sus propias palabras el sentido de esta obra:


Damos al folleto el nombre de “Las dos Banderas” que podríamos muy bien, traducirlo de esta manera: Mira lector, lo que la bandera del Frente Popular cobijó en tierra toledana; odio, vesania, zafiedad, furor, muerte … Pero mira también lo que amparó la Bandera de la Cruz: Idealismo, espiritualidad, heroísmo hasta el martirio, triunfo, victoria …


Este libro no contiene ninguna fotografía pero comienza narrando una con sus propios ojos, una fotografía que todavía hoy no ha aparecido y sigue siendo un reto su localización. La narración es:


LAS HUELLAS DE LA HORDA

Una fotografía histórica


Ante mí tengo una fotografía interesante. Es un grupo de treinta y nueve mozalbetes que en su abigarrado conjunto semejan una comparsa de títeres ambulantes. No lo son. Están semialineados, semirrevueltos. Unos se sientan en el suelo, otros, en un miserable banquillo. Bastantes se presentan de pie. La mitad escasamente visten pantalón de pana o rayadillo con camisa blanca; otros tantos, pantalón y camisa oscuros; alguno, el clásico mono de los marxistas. La mayoría lleva calado en formas ridículas el gorrito de los milicianos rojos; una pareja se encasqueta chalanamente la gorra pasiega; pocos van a pelo. En el grupo se adelantan sentaditos en el suelo dos niños como de nueve años. Sonríen; los han asociado burlescamente a la fiesta.


Sería el grupo pintoresco o zafio, y movería a risa, si no fuera trágico su momento. Abundan los fusiles auténticos; pero en manos de algunos, que amorosamente los aprietan contra el regazo, parecen más bien guitarras a punto de rasguear sus cuerdas.


La fotografía es histórica. Los rostros de los personajillos son duros; se perfilan entrecejos arrugados. Sin embargo, en el ambiente de plebeyez pueblerina se barrunta la satisfacción. Unos ríen, muy pocos; otros fuman; tampoco falta quien aparenta comer. Son mozos casi todos, aunque les acompañan algunos casados. 


La placa se tiró después de un banquete. También las fieras tienen sus banquetes... a su estilo...


¿Qué celebraron? ¡Un hecho heroico! La muerte, o mejor dicho, el asesinato del "Mártir de Torrijos". El haber quitado de en medio, arrebatándole la vida, cuando estaba en la plenitud de sus cuarentas años, a un hombre modelo de celo cristiano y de abnegación, a un hombre a quien pusieron en camino sangrante de calvario, en púas de martirio incruento, bastante antes de bautizarle con su sangre generosa.


En la fotografía se ve con cara de comediante a uno de los jacarandosos mozalbetes que lleva un pitillo en la boca y gafas montadas sobre las narices; alarga los labios como hocico de galgo y denota claramente que su pretensión es hacer el gracioso. Las gafas no son suyas. Todavía yacía insepulta la víctima a quien se las arrebató. Eran del "Mártir". Chanza necia carente de toda originalidad. También en otro pueblo desgraciado encontramos a los verdugos jugando con las gafas del párroco asesinado.


Grupo histórico. Reúne a la mesnada -no a toda- que martirizó al sacerdote bueno y ejemplar que se llamó D. LIBERIO GONZÁLEZ NOMBELA. Uno de los asesinos, que se sienta en la línea central de la fotografía, podría contarnos cómo el buen párroco asesinado por ellos, le prestó los servicios de la Iglesia sin cobrarle ningún emolumento o pie de altar. Todos ellos podrían contarnos, si fueran nobles, mucho del trabajo incesante y del cambio en bien que don Liberio obrara en Torrijos. ¡Si no fueran tan inconscientes; si no estuvieran tan endurecidos tan envenados...!


D. Liberio dejó gironada su vida en Torrijos... y muchos no supieron agradecérselo. "El buen pastor da su vida por sus ovejas... y esa es la mayor prueba de su desinterés y de su amor".


Nos lo dijo el Maestro bueno.


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