lunes, 28 de noviembre de 2022

Luis Casas, un argentino en el frente de Olías-Bargas

Hace unos días contactó José Casas, nieto de Luis Casas Ramos, quien combatió en la batería Sacco Vanzetti en el frente de Bargas, después de leer la entrada “La Centuria Sacco y Vanzetti en el frente toledano”. 

A continuación, se muestra la información que ha proporcionado José Casas, al que agradecemos su amabilidad y disposición a publicar aquí la narración de los combates de Olías-Bargas recogidos en el libro de memorias de su abuelo titulado “Sangre y tragedia” (Argentina, 1984).  

 

Biografía de Luis Casas Ramos (por José Casas)

 

Luis Casas Ramos nació en la ciudad de Buenos Aires el 19 de octubre de 1913. Sus padres eran inmigrantes españoles, quienes decidieron volver a su país al año siguiente. Se radicaron en Bilbao, donde un familiar tenía una pequeña empresa pesquera. Luis vivió allí su niñez, y de ahí el apodo de “Vasco” que tenía cuando se fue a vivir con la familia a Madrid.

 

De profesión tapicero y albañil, se afilió a la CNT. Al producirse el levantamiento militar de julio de 1936, participó de la recuperación del Cuartel militar de la Montaña, hecho que aseguró que Madrid continuase bajo el mando del gobierno republicano. A los pocos días se alistó en las Milicias Confederales, pasando a integrar la Columna del Teniente Del Rosal el 29 de julio de 1936. En esa unidad se hizo cargo de una pieza de artillería del 7 ½, ya que sabía manejarla por haber hecho el servicio militar en el IV Regimiento de Artillería Liviana en Granada. Sus principales acciones militares se desplegaron en Somosierra, donde se encontraban las fuentes de agua que proveían a la capital española.

De regreso a Madrid, pasó a integrar la Batería Sacco y Vanzetti, la cual formaba parte de la Columna Tierra y Libertad. Dicha unidad tuvo un rol clave en la batalla del Puente de los Franceses, ayudando así a contener el avance franquista sobre Madrid.

 

Decidido a permanecer en Madrid, rechazó movilizarse con esa Columna fuera de Madrid y se alistó en Carabineros en enero de 1937. Fue destinado a la V Brigada Mixta, y hacia el fin de la guerra formaba parte de la Escuela de Oficiales de ese cuerpo militar. En febrero de 1939 cruzó la frontera por el paso de Le Perthus, siendo alojado como el resto de exiliados españoles en el campo de Argeles-sur-Mer. Es allí donde escribe al poco tiempo la carta al cónsul mexicano en París, solicitando con tres compañeros más asilo en ese país americano. 

 

Como parte del grupo de argentinos, se lo destina al campo de Barcares, en el cual permanece por un breve tiempo hasta ser destinado al campo de Gurs. De allí es alistado en las Compañías de Trabajo, siendo enviado a trabajar en el reforzamiento edilicio de la Línea Maginot. Al producirse la invasión nazi, junto con un compañero empiezan a caminar y tratar de llegar a Burdeos, donde había un Consulado argentino. La idea era llegar allí y pedir un salvoconducto para ir a la Argentina. 

 

Si bien consiguieron llegar a Burdeos sin que fueran atrapados por los alemanes, no pudieron en cambio lograr que el gobierno argentino les autorizase a viajar. El grupo de exiliados hispano-argentinos formaron una cuadrilla de trabajo para poder sobrevivir. En diciembre de 1940, y ya en Burdeos, Luis vuelve a escribir al Consulado mexicano en París solicitando asilo, pero no recibe respuesta tampoco. A los pocos días conoce a Lorenza Castillo Venero, cántabra exiliada en agosto de 1937 junto a su familia por la militancia comunista de uno de sus hermanos y algunos de sus primos. Allí en Burdeos nacen sus hijos: José Luis Casas, el 25 de enero de 1942 (mi padre), y Antonio Casas (28 de enero de 1944).

 

Una vez acabada la IIGM, la familia se muda a Casteljaloux, donde Luis y Lorenza se casan el 6 de marzo de 1948. Al año siguiente consiguen, finalmente, la autorización para viajar a Argentina, país donde viven sus descendientes.

 

“Sangre y Tragedia”. Capítulo VIII. De nuevo en Madrid.

 

Portada del libro “Sangre y tragedia” (cortesía de José Casas).

 

Para entonces, llevábamos más de un mes y medio en el frente de la Sierra y, durante ese tiempo, no habíamos disfrutado de ningún permiso. Pero no pasaron muchos días más hasta que nos notificaron de nuestro traslado a Madrid, con objeto de pasar a integrar la Sección Artillería de la Columna “Tierra y Libertad”, la cual ya había llegado a Madrid y se estaba reorganizando en el barrio del Puente de Toledo para salir hacia el frente de Toledo.

 

Salimos una tarde del mes de septiembre para Madrid, con todo el Grupo de Artillería que estaba en la Sierra. Ahora voy a relatar lo que me ocurrió estando de descanso en Madrid, mientras se organizaba la marcha hacia Toledo.

 

En el Cine Tetuán, en la barriada de Tetuán de las Victorias, se celebró un Congreso de los Delegados de Grupos que estaban en los frentes de la Sierra. En aquel Congreso, la polémica se centró en la marcha de la guerra y en la revolución. Recuerdo que ya en ese tiempo estábamos viviendo en pleno una guerra civil y que todos los partidos políticos pedían al Gobierno que ellos, así como las organizaciones obreras, tomaran partido en la responsabilidad de la conducción de la guerra. Éste era el motivo de mayor debate que, en esos momentos, se discutía en aquel Congreso de la Organización Cenetista de la Regional Centro en Madrid.

 

El compañero Caparrós, delegado de la pieza artillera de calibre 15 que actuaba en la Sierra, manifestaba que la organización se tenía que desvincular de la responsabilidad de las órdenes del Gobierno para que, en un momento dado, la misma declarara la Revolución Libertadora, o sea por parte de la CNT. Tomé entonces la palabra, y en mi disertación disentí con lo expresado por el compañero Caparrós (estábamos muy cerca uno del otro), manifestando lo siguiente:

- “Me voy a dirigir a los compañeros que hemos venido a este Congreso; en principio, para responder a lo declarado por el compañero Caparrós sobre el momento actual del Movimiento en relación con la situación actual de la guerra. Entiendo que lo más importante para el pueblo español en estos momentos es ganar la guerra; por lo tanto, me dirijo al Congreso y, en especial, a los compañeros que luchamos en los frentes, para decirles que la primera obligación de todos es defender a la República y ganar la guerra. Después, pensar en la Revolución.”

 

Muy molesto y profiriendo amenazas por estas palabras, el compañero Caparrós me contestó con esta expresión:

- “¡Si todos los jóvenes libertarios piensan igual que tú, nuestra revolución será un fracaso!”

- “¡Lo más urgente es ganar la guerra!” –le contesté-.

 

Entendía con mi juventud que las revoluciones no podían fraguarse en un fracaso, si el pueblo no estaba capacitado para tal fin y, sobre todo, si no había una mayoría que verdaderamente quisiese vivir en libertad (y ya la había), pero no en revolución. Recuerdo que entonces le reprochamos al Comunismo que, por el hecho de imponer una dictadura, se convierten en dictadores, sin pensar que los pueblos, sin lugar a dudas, lo que más odian son las dictaduras, llámense cómo se llamen y tengan el color que sea. Así pensaba en aquellos tiempos y así pienso ahora, después de casi treinta años de haber vivido aquella guerra.

 

Bueno, después de algunos días de descanso cité a mis compañeros del grupo y les comuniqué que teníamos que reunirnos en el Cine Europa. Una vez que allí recibiéramos un nuevo aval nos trasladaríamos al Puente de Toledo, con objeto de incorporarnos a la Columna “Tierra y Libertad” procedente de Barcelona. Allí, el Mando de dicha columna, después de una reunión donde se nos expuso a todos los delegados de grupo la responsabilidad que contraíamos, nos entregaron otro aval, donde nos señalaban como responsables de cada pieza de artillería la batería de dicha columna.

 

Al día siguiente nos presentamos en el cuartel del Puente de Toledo, donde nos entregaron un camión que transportaba un cañón del 10 ½ de montaña, un chofer y un ayudante, responsables del vehículo; también nos entregaron a todos los delegados que nos hicimos cargo del cañón la munición -aunque no mucha- correspondiente a dicha pieza. No recuerdo bien si el nombre de “Sacco y Vanzetti” se lo pusimos allí o si dicha batería ya venía con el mismo. Una vez ya todo preparado y dispuesto, salimos al mediodía hacia el frente de Toledo.

 

La caravana estaba compuesta de cinco camiones y un automóvil. Cada camión portaba un cañón y sus sirvientes; en otro camión, libre de ocupantes y cañón, transportaba el abastecimiento y una cocina de campaña. En el automóvil viajaban los componentes de la plana mayor al mando de la batería, compuesta por un polaco, un checoslovaco y el delegado general, con un intérprete catalán. Debo aclarar que todos los choferes y ayudantes de los camiones eran catalanes. Se nos destinó a aquel frente porque las fuerzas de Franco avanzaban sobre Madrid, ya que habían roto el frente y vencido la resistencia de las fuerzas republicanas en Extremadura, por lo que lo lógico era reforzar al flanco derecho de Toledo.

 

Al salir de Madrid tomamos la carretera que nos llevaría al nuevo frente, establecido en la derecha de Toledo. Pasamos por los pueblos costeros a la carretera sin hacer ningún alto en el camino. Acampamos en el pueblo llamado Bargas, a la derecha de la ruta que une Madrid con Toledo. Allí, hicimos una suerte de maniobras con el objeto de ver cómo nos manejábamos con el nuevo armamento. Debo decir, en honor a la verdad, que no nos entendimos bien en la mayoría de los casos; por ello, antes de entrar en contacto con el enemigo mantuvimos una reunión de delegados de grupo con el Mando, para poder entender mejor sobre las correcciones de tiro, que el intérprete no podía transmitir correctamente pues las órdenes no llegaban con la rapidez que estos casos requieren.

 

A los dos días, y viendo lo mal que andaban las cosas, determinamos llamar a Resilla –que ya era capitán- para que se hiciera cargo de la batería, todo de acuerdo con los compañeros responsables de la fuerza de artillería. Por mediación de un enlace que enviamos a Madrid, cuarenta horas después estuvo con nosotros el capitán Resilla.

 

Cuando se hizo cargo de la batería, nos reunió a todos los responsables de cada pieza y nos dio instrucciones para que hiciéramos ver a los sirvientes de las piezas lo importante que era estar muy alertas a la hora de combatir con cañones. Nos incorporamos a un costado del frente y, desde aquel sector, comenzamos a hacer fuego.

 

Sorpresivamente, una tarde vino en motocicleta un enlace para comunicarnos, a través de un parte, que la artillería debía retirarse al sector de la carretera Madrid-Toledo, pues la caballería mora había roto aquel sector del frente. Nos retiramos hacia el sector indicado por el Mando y emplazamos las piezas entre unos olivares, junto a la carretera.

 

La consigna era defender el pueblo de Bargas, pues el enemigo creaba, a la derecha, un bolsón para cortar el camino de los combatientes del ejército de Extremadura y de casi todo el frente de Toledo. Poco faltó para que tuvieran éxito. Nosotros éramos la única defensa de retaguardia en aquella zona. Nuestras piezas llegaron a disparar a unos dos mil metros de distancia y, en algunos momentos, con la caballería mora a menos de mil metros; inclusive, en ciertas ocasiones tuvimos de tirar a cero, esto es cuando una pieza de artillería se ve obligada a disparar a cero es porque tiene el enemigo prácticamente encima. Esto fue, precisamente, lo que nos sucedió en aquellos momentos llenos de angustia. Los cañones se disparaban constantemente, sin cesar y sin tregua; no había oportunidad de descansar. Los tubos de los cañones estaban muy recalentados, pero había que seguir combatiendo; los cañones tiraban siempre, con casi todas las piezas a cero.

 

Por fin, llegó el momento de poder retirarnos de aquel sector, ocupando una zona detrás de la carretera y a un lado del pueblo de Olías. El Mando del sector nos cursó una felicitación por nuestro desempeño en combate, ya que gracias a nuestro cañoneo le dimos un buen respiro y excelente apoyo a nuestra infantería.

 

Con nuestra acción, la infantería pudo reorganizarse momentáneamente, al detener nuestro fuego a la caballería. Sin embargo, la artillería enemiga no tardó en dirigir sus disparos para cortar el reavituallamiento por la carretera, además de fustigar a nuestras fuerzas que todavía estaban en retirada. Por orden del capitán Resilla, desde entonces se impuso la contestación al fuego enemigo forzándolo a distraer su tiro, generándose así un verdadero duelo de artillería.

 

Aquel combate que sostuvimos desde Olías hasta Bargas fue un impresionante acto de valor y coraje. A partir de entonces, el cañoneo se hizo más rápido aún; era necesario un mayor abastecimiento de municiones y se envió el camión a Madrid para tener la seguridad de que no nos faltasen. Ya comenzábamos a ver que nos iba a faltar munición y, tal vez, no la íbamos a tener a tiempo.

 

En aquellas circunstancias, como digo, se perdió Bargas por la escasez de munición adecuada para tales casos, en especial por la falta de granadas de metralla -que eran las que más precisábamos. Esta falta fue el verdadero motivo por el cual el enemigo logró apoderarse del mencionado pueblo. Nuestras fuerzas, en su repliegue para defender la carretera, llegaban en una retirada casi sin protección de artillería.

 

Recuerdo que desde el campanario de la iglesia de Bargas tres ametralladoras hacían estragos en nuestras filas. Nosotros, por el fuego concentrado que hacíamos contra la artillería enemiga, empezamos a sentir la escasez de munición y, por lo tanto, la cuña que había metido la avanzada enemiga casi nos copa en la carretera; esto nos obligó, para su defensa, aportar la ayuda del tiro rápido y a cero para hacer retroceder a la caballería que ya se nos echaba encima.

 

Más adelante, y tras un respiro, tuvimos otro duelo de artillería. Harto difícil es exponer lo que entonces pasamos, pero voy a ser consecuente con mi relato; un relato difícil, ya que lo que pasé allí no se lo deseo a nadie… Después de ello, llegué a la conclusión de que es mucho más peligroso un duelo de artillería que un ataque o bombardeo de aviación. Tuvimos suerte en aquel duelo. No tuvimos ninguna baja, por lo tanto nos era auspiciosa nuestra situación detrás de aquel montículo de tierra que nos separaba de la carretera.

 

La distancia de Olías a Bargas, a vuelo de pájaro -o a puntería directa como se usa en artillería- era de 1.500 metros. La posición de nuestra batería se encontraba debajo de unos hermosos olivares, que en aquellas tierras eran abundantes; éstos, sobre todo, eran un buen camuflaje que nos ocultaba de la aviación que, ese día, no solamente bombardeaba nuestras avanzadas, sino que, a causa de no disponer de defensa antiaérea, parecía que los aviadores se divertían por lo bajo que volaban, ametrallando la carretera donde tantas bajas causaban. Esto, que sucedía en momentos de gran desesperación, impedía que se pudiera organizar la resistencia y, con ello, formar una línea de contención en la carretera.

 

Para dar una idea de nuestra situación, diré que nos encontrábamos entre el fuego de la avanzada enemiga; temíamos que en el dispositivo de su punta de lanza nos encerrase y, por ello, no pudiésemos salir de allí con las piezas, lo que sí que les ocurrió a los grupos de sostén de nuestra infantería. No obstante, sosteníamos el fuego, que no era muy positivo por temor a que nos faltase la munición -lo que finalmente ocurrió-.

 

Aquel duelo perdió intensidad de nuestra parte, siendo lo contrario por el enemigo, advertido de nuestra falta de sostén de tiro y la carencia de rapidez de fuego que en ese caso es necesaria. Así vimos cómo la primera y la cuarta piezas ya no respondían al fuego por falta de municiones. En ese mismo momento, el artificiero de mi cañón me anunció que no quedaban más que seis granadas de metralla rompedoras. El denominar a estos proyectiles como granadas de metralla o rompedoras se debía a su composición y funcionamiento, y es el siguiente: la granada de metralla se compone interiormente de, o tenía entonces, 365 balines, algo parecido a las bolitas de vidrio con las que tanto nos gustaba jugar cuando éramos niños; esos balines, según como se corregía la espoleta o se la graduara para que explotara en el aire, se usaba entonces para bombardeos contra la infantería, pues le cortaba el avance y, también, cuando se notan concentraciones porque la superficie que cubre con la explosión la hace muy eficaz como contención y dispersión del enemigo. La granada rompedora, por lo general, se usaba contra las fortificaciones o edificios a demoler cuando dentro de ellos se cubrían fuerzas enemigas; la granada explotaba al solo contacto de la espoleta con lo primero que chocase.

 

El cañoneo, que había empezado más o menos a las ocho de la mañana, a las tres de la tarde perdió toda intensidad de nuestra parte, ya que, como dije, se había hecho sentir la carencia de municiones y, además, también el enemigo caía sobre nosotros. Era el fin. Ya no se hacía ni se podía hacer la defensa de la carretera. Recuerdo bien cómo el Batallón “La Pasionaria”, con sus fusiles nuevos, retrocedía sin control ni mando capaz de poder reorganizar su línea defensiva. Era una desbandada. Era muy duro reconocerlo, pero era la verdad.

 

Me acuerdo también cómo el Gral. Asencio, que en aquellos momentos se encontraba con su Estado Mayor, dijo estas palabras:

- “Soldados de la República, demostrad lo que sois. Si no hacemos una línea de resistencia, ¡Toledo caerá en manos del enemigo!”

 

Pero ni aquellas palabras de aliento pudieron reorganizar nuestras fuerzas, ya que las avanzadas del ejército de Franco habían rebasado nuestras líneas por varios puntos en el frente de Toledo y ya era imposible contener el avance enemigo.

 

También nosotros nos dispusimos a abandonar el escenario del combate, el cual ya apestaba a pólvora, sangre y muerte. Cuando estaba haciendo los preparativos para la marcha, se me acerca el capitán y me dice:

- “Sasca, si queda alguna granada rompedora hay que tratar de destruir la torre de la iglesia donde están emplazadas varias ametralladoras y es de suma importancia destruirlas.”

 

Le contesté que no me quedaban más que cuatro rompedoras.

- “Bueno, será suficiente.” –dijo-. “Yo le voy a dar la situación y el tiro, usted tenga cuidado con los niveles.”

 

Efectivamente, tenía razón. Recuerdo que en aquella puntería puse todo mi entusiasmo, y con Luis realizamos la hazaña: al tercer disparo, la voladura de la torre hizo más efectiva la retirada de nuestras fuerzas por ese sector derecho. También me valió una felicitación del capitán.

 

Una vez finalizado este corto tiro, nos pusimos a recoger todo el equipo para evacuar ese lugar. Al terminar, llamé al chofer, que estaba camuflado en la cercanía de nuestra pieza, y le ordené ir por el camión para enganchar el cañón. Me fui en busca del capitán para recibir nuevas órdenes, en medio de un nuevo y más terrible bombardeo artillero.

 

Una vez conocidas las órdenes, me dirigí hacia donde estaban mis compañeros. Fue entonces que el cuadro que se me presentó a la vista fue desolador: el árbol que protegía la pieza de la vista de la aviación estaba completamente deshecho, y dos compañeros, uno el artificiero y otro el cargador, eran unos despojos irreconocibles. Toda la metralla de un proyectil que estalló en el olivo barrió sus cuerpos, justo en el mismo lugar donde había estado un momento antes de irme en busca del capitán.

 

Otra granada, pero más distante en su estallido, hirió a otro sirviente y a Ochoa; el primero tuvo heridas de gravedad, mientras que a Ochoa un trozo de metralla le hirió un brazo. Junto con Luis, sacamos al herido de gravedad a la carretera, y después nos dispusimos a enganchar la cureña de nuestro cañón a la culata del camión. Ya era hora de partir, porque en esos momentos la caballería mora iniciaba una nueva carga y era imposible detenerla, pues ya no se tenía ningún sistema de defensa.

 

Cuando ya tuvimos enganchado el cañón con el chofer al volante con su ayudante, Luis, Ochoa y otro sirviente de la pieza -del que no recuerdo su nombre- treparon al camión, y yo, encima de la cureña, les di la orden de abandonar aquellos lugares y tomar la carretera.

 

Una vez en el camino, encontramos que el tránsito era imposible de organizar, pues, como dije antes, todas las fuerzas del frente de Extremadura y los que estábamos en el frente de Toledo estábamos en retirada por la misma carretera; el desorden reinaba, además, porque la aviación fascista bombardeaba y ametrallaba la ruta sin descanso.

 

Era el caos. Fui el último en retirarme de la batería y me vi en apuros para sacar mi cañón de aquel infierno. A punta de pistola tenía que amenazar a aquellos que intentaban subir al camión para alejarse de ese escenario de terror, donde no se respiraba más que olor a sangre y miedo.

 

Cuando por fin nuestro camión pudo seguir su marcha, como a unos seis kilómetros del camino hacia Madrid me encontré con el resto de la batería que estaba a un costado de la ruta, debajo de una hermosa arboleda. Al llegar nosotros, los compañeros no podían creer que pudiésemos lograr sacar nuestra pieza de artillería de ese pandemonio que había entre Olías y Bargas. Después de conversar un rato y que cada uno contara sus experiencias, se organizó una reunión de delegados de las piezas, acordándose proseguir hacia Madrid ya que estábamos sin municiones.

 

El ambiente, entre todos los compañeros, era de hostilidad hacia el Gobierno, pues considerábamos que si no nos hubiese faltado munición quizá la defensa de Olías por la infantería hubiese sido más efectiva por el apoyo de la artillería. Verificamos que tanto los cañones de Cajigas como el mío estaban tocados por la metralla; recuerdo que la pieza a mi cargo tenía el goniómetro destrozado y el nivel de situación estaba averiado por la metralla, con el sostén y el vidrio roto.

 

Tomamos el camino hacia Madrid con la premisa de entregar en la ciudad las dos piezas para su reparación. Recuerdo todo esto, como si hubiera ocurrido hace poco tiempo, sobre todo por lo sucedido a mis compañeros caídos en el duelo de artillería; a aquellos momentos de angustia los recuerdo, porque no se me van de la memoria.

 

Cuando pasamos al Cuartel de Carabanchel, lugar donde debíamos dejar las piezas para su reparación, nos fuimos en los camiones todos los compañeros que componíamos la batería al Puente de Toledo. Allí nos enteramos de que la batería “Sacco y Vanzetti”, en su primera acción de guerra, tuvo dos muertos y seis heridos.

 

Después nos informaron que teníamos como para seis días o más de espera para la reparación de las piezas de artillería; acordamos, entonces, reunirnos dentro de los siete días siguientes en el Sindicato (entonces Cuartel) del Puente de Toledo. También recuerdo que no fueron siete sino quince días los que tuvimos que esperar para la reparación de las piezas. Una vez que éstas estuvieron listas, nos comunicaron que debíamos prepararnos para partir de nuevo; esta vez, hacia el frente de Teruel, donde en aquellos días se preparaba una de las batallas más sangrientas por la posesión de aquella ciudad.

 

Contraportada del libro “Sangre y tragedia” (cortesía de José Casas).

 

Anexo documental

 

Retrato de Luis Casas Ramos en 1937 (cortesía de José Casas).

 

Cartilla militar de Luis Casas Ramos (Cortesía de José Casas).





Ficha de ingreso de Luis Casas Ramos en la “Columna del Rosal” (CDMH).


 

Fuentes

 

-       José Casas.

-       Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH).

-       https://www.elperiodico.com/es/politica/20210809/nieto-republicano-argentino-guerra-civil-pide-nacionalidad-espanola-11979880

-       https://www.eldiariodecarlospaz.com.ar/informes-especiales/2020/11/28/que-argentino-hubiera-tenido-un-monumento-en-la-puerta-del-sol-de-madrid-103291.html

-       https://www.eldiarioalerta.com/articulo/sociedad/argentino-nieto-republicanos-cantabros-pide-nacionalidad-espanola/20210816170351236051.html

-       https://todoslosnombres.org/les-obligaron-a-marcharse-de-espana-pero-nunca-pudieron-arrancarles-del-corazon-el-amor-por-su-tierra/

-       https://www.elplural.com/sociedad/herederos-exilio-jose-antonio-casas-argentino-nieto-espanoles-solicita-nacionalidad-espanola_272603102

-       http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/11347526?nm

-       http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/10242394?nm

-       http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/10242406?nm

-       https://buscar.combatientes.es/resultados/Luis/CASAS/Ramos

 

Notas:

 

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martes, 20 de septiembre de 2022

Declaración de Herminio Torregrosa sobre la defensa de la ciudad de Toledo

La siguiente declaración se encuentra en el Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH), ubicado en Salamanca. Aporta importantes datos sobre los últimos momentos de la defensa de la ciudad de Toledo por la República. Su transcripción literal dice así:

 

Declaración de Herminio Torregrosa Laso, perteneciente a la Agrupación de camareros del Partido Socialista.
 
    Comienza su relato por el domingo día 26 a las seis de la mañana, hora en que tuvo lugar la explosión de la mina, la cual no tuvo resultado pues, según declaración de propios mineros es necesario para esta clase de minas dejar transcurrir unos cuantos días hasta que el cemento forme cuerpo y la fecha del domingo era demasiado prematura, pues hasta el lunes o martes no hubiera estado en condiciones. La mina, como decimos, no hizo nada en absoluto. A continuación con unos tanques de gasolina, por medio de mangas se roció toda la parte de Capuchinos y la parte Este del Alcázar, es decir por las tres partes por las que estaba parapetada. El efecto de la gasolina fue nulo, puesto que a pesar la humareda y los efectos que se producían continuaban tiroteando y sobre todo al que habla, como cabo de la escuadra primera, sección Teniente Castillo con un fuego bastante fuerte por la parte correspondiente al Picadero, donde nosotros, en unión de los camaradas de Pepe Díaz y de la CNT aguantamos hasta una hora, que sería aproximadamente las nueve de la mañana.


A partir de dicha hora empezó a notarse que por la parte Norte avanzaban los cañones del enemigo con gran ímpetu, tanto es así que los cañones que nosotros teníamos frente al Alcázar tuvieron que inmediatamente evacuar el sitio que ocupaban. A continuación, los cañones del enemigo avanzaron de tal forma que los proyectiles llegaban a los parapetos que estaban dentro del Alcázar, situado en las barandillas que circundan todo el picadero. Al observar que los proyectiles de ellos y la fusilería llegaban ya a nosotros nos requirió el camarada sargento Valencia de la Primería Compañía del Teniente Castillo para que inmediatamente retiráramos las fuerzas de su sitio por el acoso continuado que se recibía por parte del enemigo; puestos de acuerdo, se consultó con los camaradas de la CNT y el resultado de la consulta fue que evacuáramos inmediatamente, pasando por tanto a pie e internándonos dentro de Santa Cruz. Al llegar a este sitio el Comandante de Asalto que mandaba las fuerzas, con un ímpetu y valor extraordinario se impuso a que inmediatamente las fuerzas de Asalto y milicianos salieran del interior de Santa Cruz, pues decía que los parapetos que estaban allí había que mantenerlos hasta que quedase un miliciano o un guardia de asalto con vida; así pues las fuerzas fueron divididas en la forma siguiente:

 

La primera y segunda compañía del Teniente Castillo las dejó: la mitad en los parapetos del interior de Santa Cruz y la otra mitad salió inmediatamente al frente de fuego, en toda la parte del Miradero hasta la Puerta de Bisagra, ésta era pues nuestra línea de fuego, teniendo que hacer constar además que era doble fila. Pudimos apreciar que toda la fuerza que había en ese instante luchando a muy poca distante del enemigo sentía un valor extraordinario, como de querer avanzar, los jefes daban la voz de alto el fuego con frecuencia, nosotros, había momentos en que nos negamos a obedecer, queríamos avanzar a toda costa, tanto fue así que un capitán de milicias dio la voz “Camaradas los que estéis dispuestos, en lugar de estar aquí con poca gente, vamos a bajar con el fin de que no lleguen a la ermita contigua al cementerio”, en cuyo lugar estaban parapetados con ametralladoras defendiéndose heroicamente el sargento Pulido del Regimiento nº 1 y un soldado. De esta forma conseguimos que el enemigo retrocediera bastante distancia. Al rebasar las lomas que dan vista a las ametralladoras con gran entusiasmo, empezamos a observar cierto movimiento de gente que venía en dirección a nosotros por la parte del Hospital de San Bernardo, la gente corría, eran las 5 ½ de la tarde, iban muchas mujeres con niños en brazos que trataban de evacuar la población atravesando el río en barcazas y ya en las lomas, que dan a la parte SO, o sea a la Puerta de San Martín, junto al Seminario, se podía observar que la gente pedía auxilio a grandes voces, porque venía el enemigo. Suponemos que el enemigo dividió sus fuerzas a bastantes Km de Toledo y que uno de los ramales, el que luchaba frente a nosotros era el que servía de cebo, para que, nosotros llenos de entusiasmo por la República y la Revolución creyéramos conseguir triunfalmente nuestro objetivo, pero no fue así, lo único que conseguimos fue meternos entre dos fuegos, pues aquellas columnas puestas en la parte N muy extendidas y que no tendrían más de mil hombres, no hacían más que retroceder para que, al no avanzar nosotros, dejáramos la población y el Miradero totalmente abandonados y entonces, con el resto de sus fuerzas entrar por la parte trasera de Toledo, aquellas estaban compuestas de gran cantidad de Regulares, moros y paisanos. Ya, así entre dos fuegos, naturalmente la gente en todas direcciones empezó a buscar forma de defenderse; claro que esto desde el punto de vista legal de los altos mandos deben tener en cuenta y yo lo afirmo con mi corazón que este fracaso de Toledo fue debido la imprevisión de los altos mandos que si hubiesen podido sospechar que estos criminales y bandidos podían entrar por San Bernardo habrían dividido la fuerza en dos secciones que había bastante para ello. Así pues yo digo clara y terminantemente con toda lealtad, el más humilde de los milicianos que han permanecido 2 meses y cinco días después de haber actuado en el Campamento y Villanueva de la Serena, declaro firmemente y sin que haya lugar a dudas que las milicias no han fracasado por falta de valor sino única y exclusivamente por falta de táctica y mando.

 

Ya efectuada la retirada cada cual procuró evadirse como pudo y lo confieso noblemente se abandonaron muchos fusiles y ametralladoras y una ametralladora que pertenecía a una Compañía de Asalto en poder de la CNT y esto hay que aclararlo.

 

El que habla se encontró cerca de donde ya estaba el enemigo junto a la casa de un ciudadano llamado Pascual “El Esquila” quienes con una responsabilidad extraordinaria le hicieron entrar en su casa y le escondieron en la cueva. La mujer le dijo que los moros ya estaban encima y que un capitán de Asalto acababa de dar la orden de que se retiraran inmediatamente de los parapetos. Y allí estuve oculto desde la noche del domingo 26 hasta el día 30 a las 8 de la mañana en que salí de la forma siguiente de Toledo:

 

Disfrazado de mendigo con un brazalete blanco al brazo llegó a la calle de Plateros atravesando la plaza de Abastos pasó por la Cámara de Comercio, dejó la calle Alfileritos y ya pudo llegar al Miradero. En todo el trayecto encontró abundante moros, regulares muchos soldados y paisanaje con gorra azul y brazalete monárquico, guardia civil y muchas mujeres que salían de misa de la Catedral. Así llegó a la bajada del puente de Alcántara, era esto alrededor de las 8 ½ de la mañana y allí comienzan los parapetos cuya situación igual para todos es la siguiente: son con sacos dobles con vistas una a la parte SO, otra al N y otra al E.

 

El 1º está en la Puerta Bisagra siguió por el camino de coches de la salida de la Estación y se encontró otro parapeto de moros y hasta un 3º y 4º parapeto en ninguno de los cuales había guardia civil, sino solamente moros a excepción del que hay en la Puerta de Alcántara. El 2º parapeto está precisamente debajo de las barandillas del Miradero y en cada uno de ellos hay como 30 o 40 moros y desde las lomas que hay enfrente llegaría incluso hasta poderse ver el número de individuos que constituyen cada parapeto del Puente de Alcántara, haciéndole creer que era un mendigo enfermo que iba al Hospital Provincial logró pasando el puente nuevo de Alcántara llegar al Hospital Provincial, una enfermera de dicho Hospital le dijo que tenía el paso franco pues los moros que habían estado toda la noche anterior por el Hospital y la Estación regresaron inmediatamente todos a Toledo, quedando por tanto toda su fuerza al otro lado del río. Eran las 9 de la mañana del día 30 y no se veía ninguna preparación por parte de ellos y aún en el castillo de San Servando continuaban las bandera rojas en los parapetos.

 

Ya libre de ellos siguió vía adelante hasta Algodor, para enlazarlo con lo que sigue y para que se abra la correspondiente información declara que ya en medio de la vía observó que en el convento colindante con la plaza de toros de Toledo empezaba a arder y que los cañones de ellos continuaban disparando abundantemente. Esto fue a las 10:20 y en aquel edificio habría unos ciento y pico de compañeros defendiéndose y en el Seminario estarían de 300 a 400. Puede asegurar esto porque dice que los disparos de nuestros fusiles se diferencian perfectamente de los facciosos y porque cuando estaba oculto en la cueva le hablaron de los que en el Seminario se estaban defendiendo todavía.

 

Pues bien, cuando llegó a Algodor fue recibido por el Capitán de la Compañía de Asalto que le echó el alto y a quien le relató lo sucedido, luego pasó al Comité, pero antes hace observar que Algodor, que está a 13 Km de Toledo, tenía bastante fuerza, cañones y ametralladoras. Ante el Comité expuso la situación del seminario y la necesidad de comunicar inmediatamente con el Ministerio de la Guerra. Un compañero tomó nota y dijo que iba a comunicar con Madrid, al parecer era presidente o directivo de la CNT. A las 2 horas volvió a insistir y le dijeron que el teléfono andaba mal y que no había manera de comunicar con Guerra. A la hora en que salió de Algodor que serían las 7 o 7 ½ de la tarde no habían dado conocimiento al que declara de que hubieran comunicado con Guerra, avergonzado por ello les exigió le trasladaran inmediatamente a Madrid y con otros compañeros se trasladó a la capital.

 

Hace por última observación que a las 10 ½ volaron sobre los campos circundantes de Toledo tres aviones nuestros.

 

Los soldados que vio iban perfectamente pertrechados y no observó cañones ni ametralladoras.

 

La noche última que pasó en la cueva le dijeron que pasaba Franco en un avión para saludar el pueblo.

 

Madrid 1º de octubre de 1936


Imagen de una de las voladuras del Alcázar (BNE).


Museo de Santa Cruz, Madroñero da explicaciones (Blog Toledo GCE).


Inscripción en una pared del seminario (BNE).



Artillería rebelde en la Puerta de Bisagra (Biblioteca Virtual de Defensa).

Tropas rebeldes cruzan el puente de Alcántara (Biblioteca Virtual de Defensa, Rodríguez).

 

Fuentes

 

-       Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH).

 

Notas:

 

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lunes, 12 de septiembre de 2022

Mariano Álvarez Escobar, “Capitán”. El guerrillero de Fuensalida

Artículo escrito para la revista EnFuensalida nº 5 de septiembre de 2022. Aquí es presentado algo más extenso y además se proporcionan las fuentes de la investigación.

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Hace ya 6 años, en el 2016, que recibí una consulta sobre Mariano, de un familiar, que tan solo me aportaba su nombre, ser “maqui” y el año de fallecimiento, 1947. Con cierta frecuencia he recogido de fuensalidanos consultas sobre sus familiares, normalmente sobre paraderos de cadáveres, actuación durante la 2ª República y Guerra Civil o por su presencia en batallones disciplinarios, que atiendo del mejor modo posible.

 

En un primer momento, pensé que Mariano formaría parte de las 28 personas detenidas (02/10/1946), encarceladas y condenadas a prisión, acusadas de intentar formar una partida guerrillera y reunirse con Adolfo Lucas Reguilón, alías Severo Eubel de la Paz (maestro y guerrillero republicano, natural de Villa del Prado, que actuó en el valle del Tiétar). Ese supuesta partida estaría compuesta por vecinos de Fuensalida, Santa Cruz del Retamar, Quismondo y Almorox.

 

Mariano, conocido como “Antonio”, “Capitán” e incluso “Francisco Alonso Álvarez”, era un guerrillero antifranquista, también conocido como “maqui”. Un guerrillero es un individuo que forma parte de una partida, por lo común no muy numerosa, que al mando de un jefe, y con poca o ninguna dependencia del Ejército regular, acosa y molesta al enemigo en su territorio mediante escaramuzas, sabotajes, secuestros, etc. Sus actuaciones suelen ser arriesgadas y provocar víctimas en la retaguardia, por lo que, en función a la ideología del observador, son tratados como héroes (por ejemplo la Resistencia francesa frente a la ocupación nazi en Francia) o bandoleros y terroristas (como han sido tratados por la historiografía franquista en España). La guerra de guerrillas tuvo gran importancia para derrotar a las tropas invasoras francesas en la Guerra de la Independencia, y en la Guerra Civil el Ejército de la República contó con unidades de guerrilleros. Cabe mencionar que dos fuensalidanos formaron parte del grupo guerrillero liderado por el churriego Julio Carrasco Pérez, destacado antitanquista en la defensa de Madrid.

 

Mariano nació en Fuensalida el 01/02/1918, hijo de Celedonio (jornalero) y de Victoriana. Según declaración propia, en 1936, con 18 años, estaba afiliado a UGT, desde abril, y huyó a Madrid dos días antes de la ocupación de Fuensalida por las tropas franquistas (06/10/1936). En diciembre de 1937 fue destinado a un Batallón de Ingenieros en Madrid, al ser movilizada su quinta, hasta marzo, que fue enviado a Levante y, posteriormente, al frente de Extremadura, siendo hecho prisionero en Córdoba el 26/01/1939. En febrero de 1946 le fue concedida la libertad condicional sin destierro, fijando su residencia en Fuensalida, tras haber sido prisionero, entre otros, en los centros de Sanlúcar la Mayor, Sevilla, Yeserías o Talavera de la Reina, y haber pertenecido a la 3ª Agrupación de Colonias Penitenciarias. El indulto tardó en llegar a causa de no resolverse una denuncia que le acusaba de ser cómplice en la detención (02/10/1936) de los hermanos Meras (Eusebio y Tomás) en Madrid, finalmente asesinados.

 

En poco tiempo, y en fecha desconocida, se unió a la guerrilla antifranquista. Sin llegar a alcanzar un año de libertad, el 23/01/1947, Antonio resultó muerto en una emboscada realizada por la Guardia Civil, órgano represor establecido por la Dictadura contra la guerrilla, en Burgohondo (Ávila), junto a sus compañeros Tomás López Gutiérrez, alias “Rubio” (de Madrid) y Andrés Iglesias Prieto, alias “Olivero” (de Piornal), de la Agrupación Guerrillera de Gredos. La actuación de la Guardia Civil ocurrió mientras dormían, después de ser delatados por otro compañero.

 

Después de tantos años de olvido, familiares descubrieron los pormenores del fallecimiento y lugar de enterramiento de Mariano, visitaron el cementerio de Burgohondo e iniciaron los trámites para exhumar y trasladar el cadáver a su localidad natal. Finalmente, el pasado día 12 de agosto, familiares y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (ARMHEX) organizaron en el cementerio de Fuensalida un acto de homenaje y a la inauguración de un memorial dedicado a Mariano al no haber podido recuperar sus restos mortales. Este emotivo acto tuvo lugar 75 años después de su muerte y tras 6 años de responsabilidad familiar por recuperar unos restos exhumados el pasado marzo de un osario que contenía mezclados los restos de los tres guerrilleros muertos en Burgohondo.

 

La familia aprovecha este artículo para agradecer a la ARMHEX, Ángel Olmedo y Ángel Prieto el esfuerzo por exhumar y dignificar la memoria de Mariano.

 

Nota: Es preciso indicar que otro guerrillero de Fuensalida fue Andrés López Arellano, alias “Castillo” o “Placita”, detenido el 09/01/1947 (según Benito Díaz, página 315) y que la detención de 28 personas de Fuensalida, Santa Cruz del Retamar y Quismondo en el año 1946 acusadas de colaborar con la guerrilla será tratada en este blog en un futuro.

 

Fotografía de Mariano (aportada por la familia).



Acto de homenaje en Fuensalida (aportada por la familia).


 

Revista Enfuensalida nº 5 de septiembre de 2022.





Fuentes

 

-       Archivo General e Histórica de Defensa. (Paseo de Moret, Madrid).

o   Sumario 20946, Caja 567/3. Año 1945. Mariano Álvarez Escobar.

o   Sumario 10986, Legajo 5181. Mariano Álvarez Escobar.

o   Sumario 509, Legajo 7245. Año 1947. Francisco Alonso Álvarez.

o   Sumario 138209, Caja 7847. Año 1946. Causa contra Bonifacio Sánchez López y 27 más.

-       Archivo Histórico Provincial de Toledo.

o   65772/13. Expediente de Prisión de Mariano Álvarez Escobar.

-       Archivo de la Guardia Civil.

o   201ª Comandancia (Ávila). Resumen de hechos ocurridos el 23/01/1947.

o   Revista Guardia Civil. Madrid, Febrero 1947. Nº 34. Pág. 60.

o   Dirección General de la Guardia Civil. Orden General nº 5, dada en Madrid el día 10 de febrero de 1947.

-       Registro Civil de Fuensalida.

o   Nacimientos. Tomo 40, página 123. Partida de nacimiento de Mariano Álvarez Escobar.

-       Registro Civil de Burgohondo.

o   Defunciones. Año 1947. Asientos nº 178-180. Inscripciones realizadas a tres cadáveres el día 12/02/1947.

-       ARMHEX. Exhumación y estudio antropológico de tres guerrilleros en el cementerio/osario de Burgohondo. 2022.

-       DÍAZ DÍAZ, Benito. Huidos y Guerrilleros antifranquistas en el centro de España. Página 315.

-       GONZÁLEZ MUÑOZ, José-María. Trasierra, 5, 2002. “Aproximación y aportación documental para el estudio de los años cuarenta en el Valle del Tiétar: Ávila. La guerrilla antifranquista-Maquis 1944-1947”. Página 37.

-       MORENO GÓMEZ, Francisco. La Resistencia armada contra Franco. Página 411.

-       PRIETO PRIETO, Ángel. Guerrilleros de la libertad. Madrid, 2004.

-       Fotografías aportadas por la familia y por la ARMHEX.

 

Notas:

 

1. Por favor, si copias, no me importa pero cita el blog https://vestigiosguerraciviltoledo.blogspot.com

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