lunes, 28 de noviembre de 2022

Luis Casas, un argentino en el frente de Olías-Bargas

Hace unos días contactó José Casas, nieto de Luis Casas Ramos, quien combatió en la batería Sacco Vanzetti en el frente de Bargas, después de leer la entrada “La Centuria Sacco y Vanzetti en el frente toledano”. 

A continuación, se muestra la información que ha proporcionado José Casas, al que agradecemos su amabilidad y disposición a publicar aquí la narración de los combates de Olías-Bargas recogidos en el libro de memorias de su abuelo titulado “Sangre y tragedia” (Argentina, 1984).  

 

Biografía de Luis Casas Ramos (por José Casas)

 

Luis Casas Ramos nació en la ciudad de Buenos Aires el 19 de octubre de 1913. Sus padres eran inmigrantes españoles, quienes decidieron volver a su país al año siguiente. Se radicaron en Bilbao, donde un familiar tenía una pequeña empresa pesquera. Luis vivió allí su niñez, y de ahí el apodo de “Vasco” que tenía cuando se fue a vivir con la familia a Madrid.

 

De profesión tapicero y albañil, se afilió a la CNT. Al producirse el levantamiento militar de julio de 1936, participó de la recuperación del Cuartel militar de la Montaña, hecho que aseguró que Madrid continuase bajo el mando del gobierno republicano. A los pocos días se alistó en las Milicias Confederales, pasando a integrar la Columna del Teniente Del Rosal el 29 de julio de 1936. En esa unidad se hizo cargo de una pieza de artillería del 7 ½, ya que sabía manejarla por haber hecho el servicio militar en el IV Regimiento de Artillería Liviana en Granada. Sus principales acciones militares se desplegaron en Somosierra, donde se encontraban las fuentes de agua que proveían a la capital española.

De regreso a Madrid, pasó a integrar la Batería Sacco y Vanzetti, la cual formaba parte de la Columna Tierra y Libertad. Dicha unidad tuvo un rol clave en la batalla del Puente de los Franceses, ayudando así a contener el avance franquista sobre Madrid.

 

Decidido a permanecer en Madrid, rechazó movilizarse con esa Columna fuera de Madrid y se alistó en Carabineros en enero de 1937. Fue destinado a la V Brigada Mixta, y hacia el fin de la guerra formaba parte de la Escuela de Oficiales de ese cuerpo militar. En febrero de 1939 cruzó la frontera por el paso de Le Perthus, siendo alojado como el resto de exiliados españoles en el campo de Argeles-sur-Mer. Es allí donde escribe al poco tiempo la carta al cónsul mexicano en París, solicitando con tres compañeros más asilo en ese país americano. 

 

Como parte del grupo de argentinos, se lo destina al campo de Barcares, en el cual permanece por un breve tiempo hasta ser destinado al campo de Gurs. De allí es alistado en las Compañías de Trabajo, siendo enviado a trabajar en el reforzamiento edilicio de la Línea Maginot. Al producirse la invasión nazi, junto con un compañero empiezan a caminar y tratar de llegar a Burdeos, donde había un Consulado argentino. La idea era llegar allí y pedir un salvoconducto para ir a la Argentina. 

 

Si bien consiguieron llegar a Burdeos sin que fueran atrapados por los alemanes, no pudieron en cambio lograr que el gobierno argentino les autorizase a viajar. El grupo de exiliados hispano-argentinos formaron una cuadrilla de trabajo para poder sobrevivir. En diciembre de 1940, y ya en Burdeos, Luis vuelve a escribir al Consulado mexicano en París solicitando asilo, pero no recibe respuesta tampoco. A los pocos días conoce a Lorenza Castillo Venero, cántabra exiliada en agosto de 1937 junto a su familia por la militancia comunista de uno de sus hermanos y algunos de sus primos. Allí en Burdeos nacen sus hijos: José Luis Casas, el 25 de enero de 1942 (mi padre), y Antonio Casas (28 de enero de 1944).

 

Una vez acabada la IIGM, la familia se muda a Casteljaloux, donde Luis y Lorenza se casan el 6 de marzo de 1948. Al año siguiente consiguen, finalmente, la autorización para viajar a Argentina, país donde viven sus descendientes.

 

“Sangre y Tragedia”. Capítulo VIII. De nuevo en Madrid.

 

Portada del libro “Sangre y tragedia” (cortesía de José Casas).

 

Para entonces, llevábamos más de un mes y medio en el frente de la Sierra y, durante ese tiempo, no habíamos disfrutado de ningún permiso. Pero no pasaron muchos días más hasta que nos notificaron de nuestro traslado a Madrid, con objeto de pasar a integrar la Sección Artillería de la Columna “Tierra y Libertad”, la cual ya había llegado a Madrid y se estaba reorganizando en el barrio del Puente de Toledo para salir hacia el frente de Toledo.

 

Salimos una tarde del mes de septiembre para Madrid, con todo el Grupo de Artillería que estaba en la Sierra. Ahora voy a relatar lo que me ocurrió estando de descanso en Madrid, mientras se organizaba la marcha hacia Toledo.

 

En el Cine Tetuán, en la barriada de Tetuán de las Victorias, se celebró un Congreso de los Delegados de Grupos que estaban en los frentes de la Sierra. En aquel Congreso, la polémica se centró en la marcha de la guerra y en la revolución. Recuerdo que ya en ese tiempo estábamos viviendo en pleno una guerra civil y que todos los partidos políticos pedían al Gobierno que ellos, así como las organizaciones obreras, tomaran partido en la responsabilidad de la conducción de la guerra. Éste era el motivo de mayor debate que, en esos momentos, se discutía en aquel Congreso de la Organización Cenetista de la Regional Centro en Madrid.

 

El compañero Caparrós, delegado de la pieza artillera de calibre 15 que actuaba en la Sierra, manifestaba que la organización se tenía que desvincular de la responsabilidad de las órdenes del Gobierno para que, en un momento dado, la misma declarara la Revolución Libertadora, o sea por parte de la CNT. Tomé entonces la palabra, y en mi disertación disentí con lo expresado por el compañero Caparrós (estábamos muy cerca uno del otro), manifestando lo siguiente:

- “Me voy a dirigir a los compañeros que hemos venido a este Congreso; en principio, para responder a lo declarado por el compañero Caparrós sobre el momento actual del Movimiento en relación con la situación actual de la guerra. Entiendo que lo más importante para el pueblo español en estos momentos es ganar la guerra; por lo tanto, me dirijo al Congreso y, en especial, a los compañeros que luchamos en los frentes, para decirles que la primera obligación de todos es defender a la República y ganar la guerra. Después, pensar en la Revolución.”

 

Muy molesto y profiriendo amenazas por estas palabras, el compañero Caparrós me contestó con esta expresión:

- “¡Si todos los jóvenes libertarios piensan igual que tú, nuestra revolución será un fracaso!”

- “¡Lo más urgente es ganar la guerra!” –le contesté-.

 

Entendía con mi juventud que las revoluciones no podían fraguarse en un fracaso, si el pueblo no estaba capacitado para tal fin y, sobre todo, si no había una mayoría que verdaderamente quisiese vivir en libertad (y ya la había), pero no en revolución. Recuerdo que entonces le reprochamos al Comunismo que, por el hecho de imponer una dictadura, se convierten en dictadores, sin pensar que los pueblos, sin lugar a dudas, lo que más odian son las dictaduras, llámense cómo se llamen y tengan el color que sea. Así pensaba en aquellos tiempos y así pienso ahora, después de casi treinta años de haber vivido aquella guerra.

 

Bueno, después de algunos días de descanso cité a mis compañeros del grupo y les comuniqué que teníamos que reunirnos en el Cine Europa. Una vez que allí recibiéramos un nuevo aval nos trasladaríamos al Puente de Toledo, con objeto de incorporarnos a la Columna “Tierra y Libertad” procedente de Barcelona. Allí, el Mando de dicha columna, después de una reunión donde se nos expuso a todos los delegados de grupo la responsabilidad que contraíamos, nos entregaron otro aval, donde nos señalaban como responsables de cada pieza de artillería la batería de dicha columna.

 

Al día siguiente nos presentamos en el cuartel del Puente de Toledo, donde nos entregaron un camión que transportaba un cañón del 10 ½ de montaña, un chofer y un ayudante, responsables del vehículo; también nos entregaron a todos los delegados que nos hicimos cargo del cañón la munición -aunque no mucha- correspondiente a dicha pieza. No recuerdo bien si el nombre de “Sacco y Vanzetti” se lo pusimos allí o si dicha batería ya venía con el mismo. Una vez ya todo preparado y dispuesto, salimos al mediodía hacia el frente de Toledo.

 

La caravana estaba compuesta de cinco camiones y un automóvil. Cada camión portaba un cañón y sus sirvientes; en otro camión, libre de ocupantes y cañón, transportaba el abastecimiento y una cocina de campaña. En el automóvil viajaban los componentes de la plana mayor al mando de la batería, compuesta por un polaco, un checoslovaco y el delegado general, con un intérprete catalán. Debo aclarar que todos los choferes y ayudantes de los camiones eran catalanes. Se nos destinó a aquel frente porque las fuerzas de Franco avanzaban sobre Madrid, ya que habían roto el frente y vencido la resistencia de las fuerzas republicanas en Extremadura, por lo que lo lógico era reforzar al flanco derecho de Toledo.

 

Al salir de Madrid tomamos la carretera que nos llevaría al nuevo frente, establecido en la derecha de Toledo. Pasamos por los pueblos costeros a la carretera sin hacer ningún alto en el camino. Acampamos en el pueblo llamado Bargas, a la derecha de la ruta que une Madrid con Toledo. Allí, hicimos una suerte de maniobras con el objeto de ver cómo nos manejábamos con el nuevo armamento. Debo decir, en honor a la verdad, que no nos entendimos bien en la mayoría de los casos; por ello, antes de entrar en contacto con el enemigo mantuvimos una reunión de delegados de grupo con el Mando, para poder entender mejor sobre las correcciones de tiro, que el intérprete no podía transmitir correctamente pues las órdenes no llegaban con la rapidez que estos casos requieren.

 

A los dos días, y viendo lo mal que andaban las cosas, determinamos llamar a Resilla –que ya era capitán- para que se hiciera cargo de la batería, todo de acuerdo con los compañeros responsables de la fuerza de artillería. Por mediación de un enlace que enviamos a Madrid, cuarenta horas después estuvo con nosotros el capitán Resilla.

 

Cuando se hizo cargo de la batería, nos reunió a todos los responsables de cada pieza y nos dio instrucciones para que hiciéramos ver a los sirvientes de las piezas lo importante que era estar muy alertas a la hora de combatir con cañones. Nos incorporamos a un costado del frente y, desde aquel sector, comenzamos a hacer fuego.

 

Sorpresivamente, una tarde vino en motocicleta un enlace para comunicarnos, a través de un parte, que la artillería debía retirarse al sector de la carretera Madrid-Toledo, pues la caballería mora había roto aquel sector del frente. Nos retiramos hacia el sector indicado por el Mando y emplazamos las piezas entre unos olivares, junto a la carretera.

 

La consigna era defender el pueblo de Bargas, pues el enemigo creaba, a la derecha, un bolsón para cortar el camino de los combatientes del ejército de Extremadura y de casi todo el frente de Toledo. Poco faltó para que tuvieran éxito. Nosotros éramos la única defensa de retaguardia en aquella zona. Nuestras piezas llegaron a disparar a unos dos mil metros de distancia y, en algunos momentos, con la caballería mora a menos de mil metros; inclusive, en ciertas ocasiones tuvimos de tirar a cero, esto es cuando una pieza de artillería se ve obligada a disparar a cero es porque tiene el enemigo prácticamente encima. Esto fue, precisamente, lo que nos sucedió en aquellos momentos llenos de angustia. Los cañones se disparaban constantemente, sin cesar y sin tregua; no había oportunidad de descansar. Los tubos de los cañones estaban muy recalentados, pero había que seguir combatiendo; los cañones tiraban siempre, con casi todas las piezas a cero.

 

Por fin, llegó el momento de poder retirarnos de aquel sector, ocupando una zona detrás de la carretera y a un lado del pueblo de Olías. El Mando del sector nos cursó una felicitación por nuestro desempeño en combate, ya que gracias a nuestro cañoneo le dimos un buen respiro y excelente apoyo a nuestra infantería.

 

Con nuestra acción, la infantería pudo reorganizarse momentáneamente, al detener nuestro fuego a la caballería. Sin embargo, la artillería enemiga no tardó en dirigir sus disparos para cortar el reavituallamiento por la carretera, además de fustigar a nuestras fuerzas que todavía estaban en retirada. Por orden del capitán Resilla, desde entonces se impuso la contestación al fuego enemigo forzándolo a distraer su tiro, generándose así un verdadero duelo de artillería.

 

Aquel combate que sostuvimos desde Olías hasta Bargas fue un impresionante acto de valor y coraje. A partir de entonces, el cañoneo se hizo más rápido aún; era necesario un mayor abastecimiento de municiones y se envió el camión a Madrid para tener la seguridad de que no nos faltasen. Ya comenzábamos a ver que nos iba a faltar munición y, tal vez, no la íbamos a tener a tiempo.

 

En aquellas circunstancias, como digo, se perdió Bargas por la escasez de munición adecuada para tales casos, en especial por la falta de granadas de metralla -que eran las que más precisábamos. Esta falta fue el verdadero motivo por el cual el enemigo logró apoderarse del mencionado pueblo. Nuestras fuerzas, en su repliegue para defender la carretera, llegaban en una retirada casi sin protección de artillería.

 

Recuerdo que desde el campanario de la iglesia de Bargas tres ametralladoras hacían estragos en nuestras filas. Nosotros, por el fuego concentrado que hacíamos contra la artillería enemiga, empezamos a sentir la escasez de munición y, por lo tanto, la cuña que había metido la avanzada enemiga casi nos copa en la carretera; esto nos obligó, para su defensa, aportar la ayuda del tiro rápido y a cero para hacer retroceder a la caballería que ya se nos echaba encima.

 

Más adelante, y tras un respiro, tuvimos otro duelo de artillería. Harto difícil es exponer lo que entonces pasamos, pero voy a ser consecuente con mi relato; un relato difícil, ya que lo que pasé allí no se lo deseo a nadie… Después de ello, llegué a la conclusión de que es mucho más peligroso un duelo de artillería que un ataque o bombardeo de aviación. Tuvimos suerte en aquel duelo. No tuvimos ninguna baja, por lo tanto nos era auspiciosa nuestra situación detrás de aquel montículo de tierra que nos separaba de la carretera.

 

La distancia de Olías a Bargas, a vuelo de pájaro -o a puntería directa como se usa en artillería- era de 1.500 metros. La posición de nuestra batería se encontraba debajo de unos hermosos olivares, que en aquellas tierras eran abundantes; éstos, sobre todo, eran un buen camuflaje que nos ocultaba de la aviación que, ese día, no solamente bombardeaba nuestras avanzadas, sino que, a causa de no disponer de defensa antiaérea, parecía que los aviadores se divertían por lo bajo que volaban, ametrallando la carretera donde tantas bajas causaban. Esto, que sucedía en momentos de gran desesperación, impedía que se pudiera organizar la resistencia y, con ello, formar una línea de contención en la carretera.

 

Para dar una idea de nuestra situación, diré que nos encontrábamos entre el fuego de la avanzada enemiga; temíamos que en el dispositivo de su punta de lanza nos encerrase y, por ello, no pudiésemos salir de allí con las piezas, lo que sí que les ocurrió a los grupos de sostén de nuestra infantería. No obstante, sosteníamos el fuego, que no era muy positivo por temor a que nos faltase la munición -lo que finalmente ocurrió-.

 

Aquel duelo perdió intensidad de nuestra parte, siendo lo contrario por el enemigo, advertido de nuestra falta de sostén de tiro y la carencia de rapidez de fuego que en ese caso es necesaria. Así vimos cómo la primera y la cuarta piezas ya no respondían al fuego por falta de municiones. En ese mismo momento, el artificiero de mi cañón me anunció que no quedaban más que seis granadas de metralla rompedoras. El denominar a estos proyectiles como granadas de metralla o rompedoras se debía a su composición y funcionamiento, y es el siguiente: la granada de metralla se compone interiormente de, o tenía entonces, 365 balines, algo parecido a las bolitas de vidrio con las que tanto nos gustaba jugar cuando éramos niños; esos balines, según como se corregía la espoleta o se la graduara para que explotara en el aire, se usaba entonces para bombardeos contra la infantería, pues le cortaba el avance y, también, cuando se notan concentraciones porque la superficie que cubre con la explosión la hace muy eficaz como contención y dispersión del enemigo. La granada rompedora, por lo general, se usaba contra las fortificaciones o edificios a demoler cuando dentro de ellos se cubrían fuerzas enemigas; la granada explotaba al solo contacto de la espoleta con lo primero que chocase.

 

El cañoneo, que había empezado más o menos a las ocho de la mañana, a las tres de la tarde perdió toda intensidad de nuestra parte, ya que, como dije, se había hecho sentir la carencia de municiones y, además, también el enemigo caía sobre nosotros. Era el fin. Ya no se hacía ni se podía hacer la defensa de la carretera. Recuerdo bien cómo el Batallón “La Pasionaria”, con sus fusiles nuevos, retrocedía sin control ni mando capaz de poder reorganizar su línea defensiva. Era una desbandada. Era muy duro reconocerlo, pero era la verdad.

 

Me acuerdo también cómo el Gral. Asencio, que en aquellos momentos se encontraba con su Estado Mayor, dijo estas palabras:

- “Soldados de la República, demostrad lo que sois. Si no hacemos una línea de resistencia, ¡Toledo caerá en manos del enemigo!”

 

Pero ni aquellas palabras de aliento pudieron reorganizar nuestras fuerzas, ya que las avanzadas del ejército de Franco habían rebasado nuestras líneas por varios puntos en el frente de Toledo y ya era imposible contener el avance enemigo.

 

También nosotros nos dispusimos a abandonar el escenario del combate, el cual ya apestaba a pólvora, sangre y muerte. Cuando estaba haciendo los preparativos para la marcha, se me acerca el capitán y me dice:

- “Sasca, si queda alguna granada rompedora hay que tratar de destruir la torre de la iglesia donde están emplazadas varias ametralladoras y es de suma importancia destruirlas.”

 

Le contesté que no me quedaban más que cuatro rompedoras.

- “Bueno, será suficiente.” –dijo-. “Yo le voy a dar la situación y el tiro, usted tenga cuidado con los niveles.”

 

Efectivamente, tenía razón. Recuerdo que en aquella puntería puse todo mi entusiasmo, y con Luis realizamos la hazaña: al tercer disparo, la voladura de la torre hizo más efectiva la retirada de nuestras fuerzas por ese sector derecho. También me valió una felicitación del capitán.

 

Una vez finalizado este corto tiro, nos pusimos a recoger todo el equipo para evacuar ese lugar. Al terminar, llamé al chofer, que estaba camuflado en la cercanía de nuestra pieza, y le ordené ir por el camión para enganchar el cañón. Me fui en busca del capitán para recibir nuevas órdenes, en medio de un nuevo y más terrible bombardeo artillero.

 

Una vez conocidas las órdenes, me dirigí hacia donde estaban mis compañeros. Fue entonces que el cuadro que se me presentó a la vista fue desolador: el árbol que protegía la pieza de la vista de la aviación estaba completamente deshecho, y dos compañeros, uno el artificiero y otro el cargador, eran unos despojos irreconocibles. Toda la metralla de un proyectil que estalló en el olivo barrió sus cuerpos, justo en el mismo lugar donde había estado un momento antes de irme en busca del capitán.

 

Otra granada, pero más distante en su estallido, hirió a otro sirviente y a Ochoa; el primero tuvo heridas de gravedad, mientras que a Ochoa un trozo de metralla le hirió un brazo. Junto con Luis, sacamos al herido de gravedad a la carretera, y después nos dispusimos a enganchar la cureña de nuestro cañón a la culata del camión. Ya era hora de partir, porque en esos momentos la caballería mora iniciaba una nueva carga y era imposible detenerla, pues ya no se tenía ningún sistema de defensa.

 

Cuando ya tuvimos enganchado el cañón con el chofer al volante con su ayudante, Luis, Ochoa y otro sirviente de la pieza -del que no recuerdo su nombre- treparon al camión, y yo, encima de la cureña, les di la orden de abandonar aquellos lugares y tomar la carretera.

 

Una vez en el camino, encontramos que el tránsito era imposible de organizar, pues, como dije antes, todas las fuerzas del frente de Extremadura y los que estábamos en el frente de Toledo estábamos en retirada por la misma carretera; el desorden reinaba, además, porque la aviación fascista bombardeaba y ametrallaba la ruta sin descanso.

 

Era el caos. Fui el último en retirarme de la batería y me vi en apuros para sacar mi cañón de aquel infierno. A punta de pistola tenía que amenazar a aquellos que intentaban subir al camión para alejarse de ese escenario de terror, donde no se respiraba más que olor a sangre y miedo.

 

Cuando por fin nuestro camión pudo seguir su marcha, como a unos seis kilómetros del camino hacia Madrid me encontré con el resto de la batería que estaba a un costado de la ruta, debajo de una hermosa arboleda. Al llegar nosotros, los compañeros no podían creer que pudiésemos lograr sacar nuestra pieza de artillería de ese pandemonio que había entre Olías y Bargas. Después de conversar un rato y que cada uno contara sus experiencias, se organizó una reunión de delegados de las piezas, acordándose proseguir hacia Madrid ya que estábamos sin municiones.

 

El ambiente, entre todos los compañeros, era de hostilidad hacia el Gobierno, pues considerábamos que si no nos hubiese faltado munición quizá la defensa de Olías por la infantería hubiese sido más efectiva por el apoyo de la artillería. Verificamos que tanto los cañones de Cajigas como el mío estaban tocados por la metralla; recuerdo que la pieza a mi cargo tenía el goniómetro destrozado y el nivel de situación estaba averiado por la metralla, con el sostén y el vidrio roto.

 

Tomamos el camino hacia Madrid con la premisa de entregar en la ciudad las dos piezas para su reparación. Recuerdo todo esto, como si hubiera ocurrido hace poco tiempo, sobre todo por lo sucedido a mis compañeros caídos en el duelo de artillería; a aquellos momentos de angustia los recuerdo, porque no se me van de la memoria.

 

Cuando pasamos al Cuartel de Carabanchel, lugar donde debíamos dejar las piezas para su reparación, nos fuimos en los camiones todos los compañeros que componíamos la batería al Puente de Toledo. Allí nos enteramos de que la batería “Sacco y Vanzetti”, en su primera acción de guerra, tuvo dos muertos y seis heridos.

 

Después nos informaron que teníamos como para seis días o más de espera para la reparación de las piezas de artillería; acordamos, entonces, reunirnos dentro de los siete días siguientes en el Sindicato (entonces Cuartel) del Puente de Toledo. También recuerdo que no fueron siete sino quince días los que tuvimos que esperar para la reparación de las piezas. Una vez que éstas estuvieron listas, nos comunicaron que debíamos prepararnos para partir de nuevo; esta vez, hacia el frente de Teruel, donde en aquellos días se preparaba una de las batallas más sangrientas por la posesión de aquella ciudad.

 

Contraportada del libro “Sangre y tragedia” (cortesía de José Casas).

 

Anexo documental

 

Retrato de Luis Casas Ramos en 1937 (cortesía de José Casas).

 

Cartilla militar de Luis Casas Ramos (Cortesía de José Casas).





Ficha de ingreso de Luis Casas Ramos en la “Columna del Rosal” (CDMH).


 

Fuentes

 

-       José Casas.

-       Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH).

-       https://www.elperiodico.com/es/politica/20210809/nieto-republicano-argentino-guerra-civil-pide-nacionalidad-espanola-11979880

-       https://www.eldiariodecarlospaz.com.ar/informes-especiales/2020/11/28/que-argentino-hubiera-tenido-un-monumento-en-la-puerta-del-sol-de-madrid-103291.html

-       https://www.eldiarioalerta.com/articulo/sociedad/argentino-nieto-republicanos-cantabros-pide-nacionalidad-espanola/20210816170351236051.html

-       https://todoslosnombres.org/les-obligaron-a-marcharse-de-espana-pero-nunca-pudieron-arrancarles-del-corazon-el-amor-por-su-tierra/

-       https://www.elplural.com/sociedad/herederos-exilio-jose-antonio-casas-argentino-nieto-espanoles-solicita-nacionalidad-espanola_272603102

-       http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/11347526?nm

-       http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/10242394?nm

-       http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/10242406?nm

-       https://buscar.combatientes.es/resultados/Luis/CASAS/Ramos

 

Notas:

 

1. Por favor, si copias, no me importa pero cita el blog https://vestigiosguerraciviltoledo.blogspot.com

2. Si vas enlazar este contenido en Facebook, la URL https://vestigiosguerraciviltoledo.blogspot.com no enlaza porque “incumple sus normas”. Por favor, utiliza el enlace de Tumbrl.









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