Carlos Vela Monsalve (Quito, Ecuador, 1904 - Santo Domingo de los Tsáchilas, Ecuador, 1979) fue uno de los corresponsales extranjeros que visitaron el frente de Toledo y Madrid bajo la observancia de Alberto Aguilera Munro. Trabajaba para “El Diario Ilustrado” de Santiago de Chile, que publicaba sus crónicas. Además, fruto de su paso por España publicó un libro titulado “España después del 18 de julio” en 1937. De su lectura, se puede intuir que llegó a España en julio de 1936, que estaba en Salamanca el 31/10/1936 y que a partir de esa fecha realizó viajes al frente de Madrid desde Talavera de la Reina, lugar de alojamiento de los corresponsales. De ahí que, no parece que asistiera a la toma de la ciudad de Toledo.
Carlos Vela Monsalve como corresponsal de guerra en España
Gracias a la generosidad de Gonzalo Vela Bustamante, sobrino nieto de Carlos, que tiene un blog en honor de su tío y que nos ha facilitado el libro que publicó sobre la guerra, podemos aportar aquí lo que recoge el libro referente al frente toledano.
Portada e índice de “España después del 18 de julio”.
Tal y como indica Gonzalo Vela en el blog, Carlos Vela Monsalve fue un reconocido sacerdote jesuita ecuatoriano, abogado, profesor, académico, periodista y corresponsal de guerra. Añade que fue ampliamente conocido en los ambientes universitarios. Recorrió todo el Continente Americano, fue invitado a Europa, América del Norte y Asia. Doctor en Derecho, Profesor de la Universidad Católica de Quito, contratado para dictar cursos de Sociología en la Universidad de San Luis (Missouri, EEUU), fundador de la Asociación Nacional de Empresarios, asesor del Consorcio de Abogados Católicos de Quito, miembro de la Comisión Revisora del Código de Trabajo en 1964, escribió más de veinte libros y folletos.
Por otra parte, el libro "Los Voluntarios latinoamericanos en la Guerra Civil Española" recoge que Carlos cayó prisionero de los republicanos y al regresar a Ecuador en 1939 entró en en una orden religiosa; pro-franquista, estuvo en el sector republicano durante un mes y seis meses en los frentes franquistas. Su viaje por España, quedó definido con las siguientes fechas:
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“ESPAÑA DESPUÉS DEL 18 DE JULIO”
CREDENCIALES
Hemos presenciado el formidable espectáculo del movimiento nacional español, que inquieta al mundo y que agita todas las conciencias de los hombres. Antes que dos ejércitos, son dos ideas antagónicas, dos conceptos fundamentalmente opuestos de la vida, que dirimen palmo a palmo los suelos de España. Lucha sin transacciones, en la que no caben términos medios ni posiciones cómodas de tolerancia. No hay puntos neutros. Es el caso de "quien no está conmigo está contra mí". Hemos observado personalmente desde las dos trincheras: Poco más de un mes en la España roja y luego, seis meses en la España nacional, visitando los frentes y las ciudades de retaguardia, haciendo vida de campaña, sorteando en suma todos los accidentes de más de diez mil kilómetros recorridos. Con el carnet de corresponsal de guerra y el Salvoconducto del Gran Cuartel General, hemos pasado por tierras de Pontevedra, Lugo, La Coruña, Guipúzcoa, Vizcaya, Navarra, Álava, Burgos, Palencia, Valladolid, Zaragoza, Soria, Segovia, Ávila, Zamora, Salamanca, Cáceres, Badajoz, Huelva, Cádiz y Sevilla. Hemos pasado por lugares tales como Mérida y Almendralejo, como Toledo y Maqueda, para no citar sino nombres de resonancia popular en la lucha por la reconquista de España; hemos permanecido casi dos meses en Talavera de la Reina, observando de cerca el asedio sobre la Capital desde las posiciones más avanzadas, a las que llegábamos haciendo un recorrido diario que excedía a veces de trescientos kilómetros por las carreteras de Illescas, Navalcarnero o Getafe, que atraviesan una multitud de pequeñas poblaciones en su mayoría abandonadas pero que aún muestran las impresionantes huellas de la lucha; hemos asistido a la toma de los aeródromos de Getafe y Cuatro Vientos, y desde Campamento de Carabanchel, presenciado, ensordecidos por el tronar de los cañones, las operaciones sobre el Manzanares, los bombardeos de la artillería y de la aviación nacionalista.
Estas son las credenciales con las que iniciamos un libro en el que deliberadamente se ha prescindido muchas veces de dar importancia a visiones cinematográficas, para las cuales ni siquiera habríamos necesitado acudir al complicado maquillaje de ciertos escritores. España para nosotros es una revelación. Dolorida, despedazada, en jirones como está, alienta aún la misma sangre de Quijote y de conquistador. De Quijote, que exhuma de los viejos arcanos de su tradición las mejores bellezas de su ideario. De conquistador, de tierras como sus aventureros capitanes, y de conquistador de almas como los apóstoles fervorosos de su catolicidad...
XV
POR CAMPOS Y CIUDADES DE ESPAÑA
DE AVILA A TALAVERA DE LA REINA
Con la misma fecha de la crónica que antecede (Salamanca, 31/10/1936), se nos dio en Salamanca, en la Oficina de Prensa del Gran Cuartel General, salvoconducto para "ir a Talavera de la Reina, visitar el frente acompañado de un oficial de prensa y entrar en Madrid cuando se le autorice".
Habían sido llamados allá todos los numerosos corresponsales de las agencias periodísticas con objeto de que cumplieran los requisitos de este nuevo salvoconducto, lo que naturalmente no lo conseguían aquellos cuyas actividades merecían sospechas, no restándoles en tal emergencia más remedio que salir de España. Así vimos partir a varios...
De Salamanca fuimos a Ávila, para continuar al día siguiente. Ávila, como Burgos, Valladolid y Salamanca, ofrecía el mismo espectáculo paradójico de paz y sosiego, a las puertas mismas de la sierra del Guadarrama. Ávila está indemne, parece no haber sufrido la guerra, bien que, como otras ciudades españolas que vivían olvidadas en su modestia, ha pasado hoy por la fuerza de las cosas a un primer plano de importancia y actividad. Invadida de periodistas y de fotógrafos, poblada de militares y de familias forasteras que aguardan el momento de poder ir a Madrid...
Desde las torres almenadas de Ávila se adivina la ubicación del Monasterio del Escorial, prisionero en manos de los rojos, que después habíamos de ver desde Alcorcón y Carabanchel, emplazado, como una masa negruzca, en un peldaño de la sierra, al pie meridional del Guadarrama. Los aviones y artilleros nacionales, han respetado la venerable mole, aun cuando las tropas de Miaja lo han convertido en una fortaleza. El Ejército nacional se abstiene de emplear contra él sus recursos de guerra, porque quiere conservar para España el sagrado monumento histórico y arquitectónico. Pero cuando llegue el momento inevitable de la retirada preocupa saber si los rojos lo incendiarán como a Irún, lo desvalijarán como a San Sebastián, se ensañarán en él como en el Palacio de Liria del Duque de Alba, o lo volarán con dinamita como el Alcázar de Toledo. ¿Y el Museo de Prado con sus tesoros?... Son inquietudes que tendrán su respuesta abrumadora tan sólo al final de la guerra, cuando se haga el balance definitivo.
Para el Diario Ilustrado de Santiago escribimos en esa oportunidad la siguiente correspondencia:
Hemos hecho noche en la vieja capital de Ávila, que por carretera alquitranada y magnífica dista tan sólo 114 kilómetros de Madrid.
La limpidez de su cielo y la pureza del ambiente, propios de la meseta castellana, contrastan con este campo desolado, cubierto de enormes piedras, cárdenas o amarillentas, con estas calles de trazado vetusto y el aspecto severo de sus casas anti- guas y de más de veinte conventos e iglesias. Es la "patria del misticismo", la ciudad de cantos y santos", la cuna de la portentosa Santa Teresa de Jesús.
La fisonomía y la nota característica de Ávila es, sin embargo, su Muralla, construida en el siglo XI y la más completa edificación militar de la Edad Media que existe en Europa. De proporciones imponentes, tiene un perímetro de 2,526 metros, con 88 cubos, nueve magníficas puertas y varias poternas.
La Catedral, encajada en la muralla y formando parte del recinto militar, fortaleza y templo a la vez, atesora en su fábrica gótica y románica copiosas bellezas de los siglos XI al XVIII.
Un conjunto admirable de casas fuertes y palacios señoriales completan esa genuina fisonomía medieval de Ávila que hizo decir al poeta Zorrilla:
"La impresión que causa es
tan exótica y extraña,
cual si de Ávila a través
diera hacia atrás un paspiés
de cuatro siglos, España".
Ávila, mística y guerrera, es hoy Cuartel General del General Mola, quien lo trasladó hace poco tiempo de la ciudad de Valladolid para acercarse al campo de operaciones y amagar de más cerca las entradas de la Capital española.
Dejamos Ávila y continuamos viaje a Talavera de la Reina, verdadera llave que abrió el camino de Madrid a las fuerzas nacionales.
Nuestro compañero es el Capitán don Gonzalo de Aguilera, Conde de Alba de Yeltes, que posee notables conocimientos de historia e idiomas y es propietario de una bien nutrida biblioteca americana cuya existencia, estando en el Madrid rojo, se hace ahora problemática, pues no sería extraño que la hubiesen destruido tomando venganza contra los que sirven a España. Pertenece a la sección de prensa del Cuartel General y a él debemos la oportunidad de hacer este recorrido.
Va también con nosotros, conduciendo el automóvil, el joven de 19 años don Iñigo Barcáiztegui de Uhagón, que fue detenido por los rojos en los comienzos del movimiento y llevado al fuerte Guadalupe de donde fugó con diez compañeros, después de cuarenta días de soportar las torturas más atroces.
Asistió al fusilamiento de su propio padre Conde de Lobregat, presenció los asesinatos de Maura y Belunza, Jefes destacados de Renovación Española y Comunión Tradicionalista, y de otros muchos más, y él mismo estuvo cinco veces a punto de ser fusilado.
Hemos pasado Navalperal, Cebreros, Maqueda y otras pequeñas poblaciones que revelan, desde luego, las impresionantes huellas de la lucha.
Es posible que mañana podamos visitar el frente, y por hoy quedamos instalados en Talavera de la Reina.
Noviembre, 2 de 1936.
XVI
FRENTE DE MADRID
En Talavera de la Reina hemos permanecido más de un mes, y durante este tiempo nos ha tocado en suerte presencia las operaciones sobre la Capital. Marchábamos en la mañana salvando velozmente los cien kilómetros de distancia, y al caer de la tarde estábamos de regreso para que los corresponsales extranjeros pudieran enviar sus despachos.
Un día de aquéllos Talavera de la Reina despierta antes de la hora acostumbrada, con el bombardeo de la artillería enemiga. No de gran intensidad, pero en todo caso, de gran alarma. De la otra vega del Tajo, muy cerca, en los olivares de los faldeos vecinos, apuntan los cañones traídos del lado de Cuenca por una división de tres mil milicianos. La mañana fría y nublada del incipiente invierno, habría aconsejado este ataque creyéndose quizá que la aviación no podría repelerlo. Pero treinta minutos después volaban dos aviones de bombardeo y doce de caza que destruyen literalmente a la columna. Describían grandes círculos, y por orden riguroso, uno tras otro, cuando estaban a punto, picaban verticalmente hasta el ras de la tierra, descargando sus ametralladoras. El efecto fue desastroso para los atacantes de la columna roja. Dos o tres días después aún quedaban los despojos abandonados... El Tajo, en esta parte, es el límite fronterizo entre los dos bandos. No hay, sin embargo, frente permanente de combate, tratándose en es- te caso de un ataque esporádico. Por su posición de centinela y de centro de aprovisionamiento para el frente de Madrid, Talavera estaba expuesta a continuas incursiones de la aviación enemiga, que, sin embargo, sólo de tarde en tarde, lograba filtrarse burlando la vigilancia constante de la nacionalista.
Por todos estos campos cercanos a Madrid hemos seguido el avance del Ejército, vivaqueado con los soldados y aún soportado en la trinchera las contingencias del combate...
Hemos visto Santa Olalla, Maqueda, Santa Cruz del Retamar, Navalcarnero, Móstoles, Yuncos, Illescas, Griñón, Valdemoro, Parla, Humanes, y cuántos otros pueblos, duramente quebrantados que van quedando en retaguardia tras el avance victorioso... Los rojos se retiran, pero no se van solos; sino que obligan a toda la población a replegarse hacia el territorio que dominan, dejando aldeas y ciudades desvalijadas, destrozadas y sin gente... Hemos visto casas solariegas y palacetes mutilados; Iglesias pueblerinas huérfanas de santos y de altares, olivares rotos por la metralla y entretejidos de zigzagueantes alambradas, viñedos y trigales entre los cuales todavía parece rondar la muerte, y en especial, esos campos desnudos inmediatos a Madrid, sobre los que continuamente golpea el obús... A los lados del camino, automóviles y carros de combate inutilizados, de vez en cuando, las alas quebradas de un avión, fosas a medio cubrir en las que están asomándose carnes putrefactas, cadáveres insepultos y generalmente ennegrecidos junto a las cenizas de una hoguera... Por todas partes el vacío y la muerte van dejando a su paso las hordas de Moscú... Algunos habitantes que han logrado burlar el obligado éxodo, escondiéndose en los subterráneos, en los tejados, en las quiebras de los montes, en los montones de paja de las eras, vendrán a los nacionales y dirán los excesos de odio y exterminio, las soeces profanaciones, las huellas del incendio, del saqueo, del asesinato, de la violación...
Pero ya Tella marcha sobre Getafe, Barrón toma Leganés, Monasterio cubre el Cerro de los Ángeles, Asensio ocupa Alcorcón, y Castejón se pone a la vista de la Casa de Campo... Forman una cuña, que siguiendo la pista de las tres carreteras convergentes, irá a clavarse en los barrios extremos de Madrid... Luego, con la caída del Polvorín de Retamares, la "Casa Roja" de la carretera de Extremadura, Carabanchel y Villaverde, se formará un semicirculo que remache por los puentes de Segovia, Toledo y la Princesa... Y después todavía, se intentará el cerco total de la ciudad...
La España nacional espera con ansiedad el anuncio de la reconquista de Madrid para prender las luminarias y dar al viento las insignias que están ya listas en todas su ciudades.
"Son ya veinte días de espera, escribíamos el 27 de Noviembre. Y con razón los pechos palpitan de impaciencia, porque hay madres sin sus hijos e hijos que esperan a sus madres, porque hay un Madrid que se aniquila ante el dolor de los unos y el gesto neroniano de los otros.
"Confiaba el optimismo de las gentes en que su Ejército victorioso habría de desalojar rápidamente de la Capital a las huestes derrotadas, sin moral, sin disciplina, sin mandos, a pesar de que fuesen muchos miles más que las fuerzas sitiadoras.
"Y en ello estaban conformes con la propia técnica guerrera, porque estando la ciudad bajo el dominio de la Artillería, es inútil defenderla desde su interior, pues la medida de la resistencia posible estará determinada, cuando más, en razón inversa del volumen de metralla que sobre ella se arroje.
"El Tercio y los Legionarios, atenaceando a Madrid por sus tres direcciones y dejando libre para la escapada tan sólo la carretera de Valencia, encontraron el Manzanares como un reptil erizado de ametralladoras y de cañones rusos y cada casa de la ciudad convertida en vomitadero de fuego. Se apoderaron, sin embargo, de las trincheras de hormigón armado, pasaron el río por un puente de barcas y llegaron hasta la Ciudad Universitaria que actualmente los acoge y les sirve de basé para continuar conquistando, casa por casa, metro por metro, toda la extensión de la ciudad rebelde.
"Pero la tragedia de Madrid continúa. Veinte días ya y no sabemos hasta cuándo. Dentro de sus muros, codiciando sus riquezas, alientan la tea incendiaria genízaros de todas las naciones, rusos y checoeslovacos, franceses y asiáticos, amalgamados con la escoria de los alemanes, italianos, belgas, expulsados de sus tierras por inadaptados y peligrosos, que forman la columna internacional dueña de la urbe, sobre la que se erige como supremo arbitrio la voluntad de un déspota moscovita.
"Porque ha de saberse que los milicianos españoles, abandonados de Azaña, Martínez Barrio, Largo Caballero y demás Jefes que sólo les han dado el valor de carne de cañón, juegan un rol enteramente secundarlo, al servicio de Rossemberg y de sus secuaces, verdaderos amos de Madrid.
"Han comprendido que las tropas de Franco quieren rescatar su ciudad, y no ruinas miserables, y por eso se hacen fuertes, seguros de que sus existencias están poco menos que avaladas por la de Madrid, y suponen que así, al cobijo de sus muros, como en El Escorial, pueden seguir gozando su sadismo".
Al persistir la resistencia se convierte toda la población en objetivo militar y campo de batalla, será bombardeada sin limitaciones, a excepción de la zona reservada para no combatientes que se señala entre la calle Diego de León y Paseo de la Castellana, Paseo de la Ronda, entre el Pasco Hipódromo y Guindalera, comprendida la plaza y edificios de los Ministerios, zona que se ha respetado ampliamente a posar de haberse convertido por los madrileños en centro de Instrucción militar, depósito de municiones y campo de actividades bélicas...
Leganés, que bien puede decirse un suburbio de Madrid que se alarga por las líneas de sus tranvías, tiene un Cuartel y delante, una explanada, desde la que una batería desencadenaba la borrasca fulminante de sus pesados obuses sobre las posiciones rojas... A menos de veinte metros, tras de cada disparo, nos llega el aliento cálido de esas bocas de fuego, y después del estampido, aún podíamos oír como se alejaba, silbando, el mortífero emisario, para estallar momentos después con una gran columna de humo y de escombros, Un sargento anuncia: "Aviación, preparar máscaras". Suspenden el bombardeo, cubren rápidamente los cañones con ramas verdes, y vemos en efecto pasar varios aviones enemigos por un costado sin intentar el ataque, Minutos después y casi de sorpresa, tres trimotores vienen sobre nosotros, En medio de la explanada, oigo el llamado de unos soldados y corro al hueco cavado junto a unos muros donde se protegen, Funcionan las armas antiaéreas, estallan las bombas enemigas onda vez más cercanas, se oye una nueva y formidable explosión y, por fin, se aleja el ruido de los motores. Pasado el peligro, llenos de tierra, otra vez en la superficie, se reanuda sin pérdida de tiempo el retumbar de los cañones, mientras un artillero, exánime, con el costado desgarrado, es conducido por sus compañeros a la ambulancia...
Desde una casa de varios pisos de Carabanchel observamos a Madrid tan de cerca, tan al alcance de la mano, emergiendo de él la inmensa mole del Palacio Real, La Telefónica, Bellas Artes, Palacio de la Prensa, torre de la Iglesia de Santa Cruz, el arbolado del Retiro... Es una ciudad agónica, batida constantemente por la muerte, tiene ya "el frío de mausoleo".
Aquel día le tocó a la aviación nacional. Varias escuadrillas convergen sobre Madrid. Se reúnen sesenta aviones, mitad cazas y mitad de bombardeo. Los primeros se sitúan a gran altura, observando vigilantes como águilas sobre su presa. Los otros, cubriendo una gran extensión, lanzan su carga explosiva, y cuando la concluyen, regresan tranquilamente, siempre custodiados por los ágiles cazas.
Ocho de este tipo, sobre las líneas de fuego, avistan una escuadrilla enemiga más numerosa, y traban combate. Se forma un entrevero indescriptible de mil círculos que se cortan y se entrelazan, del que van cayendo, uno a uno, hasta seis aviones alcanzados por la metralla. Mientras tanto en tierra la lucha se suspende, y la emoción de todos se cifra en los colores de las alas…
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Prisioneros y evadidos dan cuenta de lo que pasa dentro de los muros de la ciudad. "Se cierne la tormenta pavorosa... La mayor parte de las calles tiene el pavimento levantado y muchas están minadas... Se ven parapetos de adoquines y cemento; grandes montones de municiones y explosivos. El veneno ruso está preparado, como último recurso de desesperación, en forma criminal de productos tóxicos y de gases asfixiantes... Grandes caravanas de ancianos, mujeres y niños, huyen de la capital arrastrándose por las salidas de Levante, llevando a cuestas sus ajuares..."
"Aquella ciudad, podríamos decir repitiendo las frases de un historiador de Jerusalén, no se rendía ni ante la generosidad ni ante la muerte... El día en que nos rindamos, ése será el último de nuestra vida, decían al pueblo los obcecados judíos. Pero había un enemigo, de aspecto descarnado y triste, el hambre que, con su paso lento, pero seguro, minaba la resistencia... Los emisarios de Tito que les intimaban rendición nada conseguían, preferían morir antes que rendirse. Y apretando sus manos, las levantaban rabiosamente contra ellos..."
Las proclamas lanzadas por los aviones de Franco llevan su mensaje ofreciéndoles generosas condiciones para que se rindan. A los de Madrid, como a los de Bilbao, ha dicho: "Os engañan quienes quieren prolongar vuestra resistencia, amenazándoos con falsas leyendas de prisioneros sacrificados nada tienen que temer quienes voluntariamente se entreguen. Os ofrecemos una paz justa y generosa, sin rencores ni pasiones, una paz católica. El respeto de la vida para cuantos se entreguen de buen grado, la libertad para los combatientes que no tengan responsabilidades de crímenes y desmanes. Someter a los tribunales de justicia a quienes aparezcan responsables de delitos. En el orden político y social, disfrutar de una propiedad nueva del Estado, con una labor descentralizadora, de respeto a las peculiaridades y a las tradiciones comarcales, con una justicia social efectiva y rápida, con un sentido católico tradicional, con ese espíritu dinámico de nuestras Juventudes ansiosas de crear una España unida, grande y libre, que es la característica del nuevo Estado. Aún es tiempo de evitar mayores males. Deponed las armas antes que conquistados por la fuerza, tengáis que someteros a los dictados de los vencedores".
Un testigo presencial nos cuenta "Una Mañana en Madrid": Dice así:
"A las nueve y media de la mañana, penetro en el parque de la Casa de Campo, situada al oeste de Madrid, a quinientos metros del Palacio. Milicianos y paseantes cruzan en ese momento la plaza, donde el sol, bien ardiente este verano, presagia una atmósfera de día de fiesta. Sigo una avenida del parque, donde encuentro guardias de asalto, milicianos y milicianas, encargados de recibir y custodiar a los prisioneros. En efecto, desde el comienzo de la revolución el parque se ha convertido en "parque de prisioneros". Llego a un campo raso, en el centro del cual hay una fuente disecada de unos veinte metros de diámetro, rodeada por un alambrado de fierro. Doscientas cincuenta personas están amontonadas en este recinto cerrado. A juzgar por las apariencias, estos prisioneros pertenecen a la pequeña burguesía. Veo a una muchacha de quince años, vestida de verde, cuya ropa aparece rota y que está aferrada al cuello de su madre; cerca de ellos un matrimonio de unos cincuenta años se mantienen estrechamente abrazados; la mujer ha colocado la cabeza sobre el hombro del marido. Un hombre solo, de rodillas, parece re- zar. Tiene cincuenta años y el rostro demacrado. Un rumor confuso sale de ese grupo, donde aún distingo algunas muchachas. Una vieja señora tiene de la mano a un joven de veinticinco años.
"La profundidad de la fuente es de dos metros más o me- nos. Una quincena de milicianos y milicianas, con el fusil en la mano, están alineados a su alrededor. Algunos están reunidos sobre un declive semi-circular que se desploma sobre la fuente.
"De improviso, los hombres de este grupo descubren dos ametralladoras disimuladas bajo un toldo de tela, a cinco o seis metros del alambrado. Inmediatamente, terribles alaridos se elevan entre los prisioneros-alaridos de terror que pronto se convierten en gritos de dolor, en quejidos, porque las dos ametralladoras han comenzado a funcionar. El primer hombre que veo caer es el que estaba de rodillas. Horrorizado, aparto la vista del terrible espectáculo. La ametralladora continúa funcionando durante cinco minutos, constantemente coreada por gritos de muerte. Escucho, a cada instante, que los prisioneros gritan con angustia: "Perdón ¡Por el amor de Dios!"
"Cuando vuelvo la vista a la fuente, todos los prisioneros están muertos o heridos. La sangre corre por todas partes. La muchacha de verde, que aún no ha muerto, lanza gritos de dolor. Los milicianos y las milicianas miran este espectáculo con perfecta indiferencia.
"La ametralladora se interrumpe. Oigo que muchos milicianos dicen: "Campsa... Campsa..." Luego, un camión cisterna amarillo y rojo, se aproxima a la fuente. Es un camión petrolero del monopolio del Estado. El camión da media vuelta a fin de presentar su parte posterior ante la fuente. Tres milicianos se apoderan del conducto de caucho que sirve para vaciar el contenido de la cisterna y lanzan un chorro de petróleo sobre los muertos y los heridos. De nuevo, una ráfaga de gritos horribles se eleva del montón de cuerpos. Un miliciano se aproxima con una antorcha de paja encendida. No puedo soportar este espectáculo y me alejo unos cien metros. Llamas de cinco a seis metros de alto se elevan por encima de la fuente. Gritos, quejas, y un olor terrible llegan hasta donde estoy. Cubierto de sudor, a punto de desvanecerme, me alejo aún y entro a la ciudad, aplastado por la pesadilla vi- vida de que acabo de ser testigo.
"Se me asegura que este género de matanzas se realiza todos los días en el mismo sitio, y que sólo varía el número de los prisioneros reunidos en la siniestra fuente.
"Parece que muchas de las muchachas que figuraban en el grupo de los prisioneros fueron violadas varias veces durante la noche. Estos diversos prisioneros no fueron sometidos a ningún proceso. En calidad de sospechosos, los milicianos los detuvieron arbitrariamente. Estos milicianos (de los cuales muchos son reos de delitos comunes que los comunistas han liberado y armado), se arrogan el derecho de proceder a estas ejecuciones, que se efectúan siempre al día siguiente de la detención. No, es preciso decir que las víctimas son cuidadosamente despojadas de todos los objetos de valor que llevan encima; sus casas son objeto de un pillaje sistemático. No ignora el gobierno estas terribles escenas, pero es inútil que trate de prohibir las llamadas visitas domiciliarias. Es incapaz de contener a sus tropas".
Y por si se dude de este impresionante testimonio que "La Revue de Paris" mantiene en el anónimo, para evitar a su autor los males consiguientes, vaya éste, de Felipe Sassone: "Hable, Sassone!! ¡¡Hable!!!
"Fue, iba a decir terrible, fue asqueroso, Madrid se convirtió en un degolladero. Cada miliciano rojo, asegurada la impunidad y alentado enfáticamente desde el Gobierno, se volvió una bestia sanguinaria. ¡No!, una bestia sanguinaria, no. Estoy insultando a las fieras. Ellos mataban por el sólo placer de ver los ojos de estupor que ponían sus víctimas inocentes... Asesinaron a todos los compañeros de A. В. С. a los de "Informaciones", "El Debate", "Ya" y a los de tantos otros diarios. Se ejecutaba sin ninguna tramitación. Cual- quiera que no podía mostrar un carnet anarquista o marxista, era fusilado. Ni siquiera preguntaban nombres. Se asesinaba en la Casa de Campo, en el Retiro, en la Dehesa de La Villa; en todos los parques de Madrid. El mayor número de ejecuciones se efectuaba en los bajos del Círculo de Bellas Artes, Han vaciado la piscina romana y colocan en el fondo a todas las víctimas que pueden caber. Después, desde los bordes, disparan con pistolas ametralladoras, hasta que dejan de oírse gritos o lamentos y entonces llenan de cuerpos sangrientos unos camiones para llevarlos a la Casa de Campo y allí quemarlos con gasolina, sin tomarse siquiera la molestia de comprobar si todos están muertos". –
"Entre todos los actos canallescos que se están realizando pocos superan al siguiente: El famoso médico militar doctor Gómez Ulla, querido por todos los españoles, porque con sus hábiles manos había vuelto a la vida a cientos y cientos de personas, fue llamado por un grupo de milicianos, que le hicieron abandonar una difícil operación. Como rogase que le permitieran terminarla, fue insultado por los milicianos, que lo ataron y condujeron hasta la cama donde agonizaba un anarquista con una bala alojada en el cerebro. Allí, pistola en mano, le exigieron que extrajese el proyectil y como el desgraciado que estaba herido de muerte, falleciera después de la operación, fue conducido al jardín del Hospital Militar, donde en presencia de los restantes médicos, le cortaron ambas manos con un machete y después le fusilaron. Dijeron que se trataba de un ejemplo a los demás médicos para que no traicionasen a la causa del pueblo. Así murió uno de los cirujanos más famosos del mundo..."
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El mapa de la batalla de Madrid se ha mantenido con pequeñas modificaciones, después de la retirada de Guadalajara y de la fracasada ofensiva de Miaja. Los gobiernistas, posiblemente tienen la superioridad numérica a su favor, y la ventaja de la fácil movilidad de sus efectivos dentro del recinto que defienden. Las brigadas internacionales cubren las más importantes trincheras de la defensa en Puente Segovia, Ciudad Universitaria, Casa de Campo, Las Rozas, Villanueva de la Cañada, Valdemorillo y entre el Escorial y Guadarrama. Las tropas de Franco ocupan puntos estratégicos como el Cerro de los Ángeles y dominan todos los caminos y líneas férreas que salen de Madrid, salvo la carretera directa a Valencia y la indirecta por Guadalajara al mismo punto, únicas vías de aprovisionamiento de la capital.
¡Esa es la tragedia de Madrid! ¡Los esfuerzos inauditos que han hecho sus defensores para romper el cerco en celebración del aniversario de la República, han fracasado como la República misma, logrando tan sólo acrecentar en muchos miles más el ingente número de víctimas... Y hasta es posible que obtengan triunfos momentáneos; pero de ahí no pasarán si es llegada la hora de ajustar cuentas a ese Madrid escéptico como Larra, pesimista y sombrío, sin fe ni esperanza, como Zola, Dostoeiuski, Gorki; de ese Madrid pedante y trivial, demoledor de los valores patrios, erigiendo pedestales al descreimiento religioso, mientras pasa por las armas al Nazareno del Cerro de los Ángeles...
Muchos madrileños parodiando quizá la voz ronca, temible, siniestra, del loco de Jerusalén, gritarán por los cuatro costados ¡salgamos de aquí, salgamos de aquí! y no pudiendo lo hacer, volverán sus ojos, como el loco, para decir: "¡Ay de ti, ciudad, templo y pueblo!"...
Aún llueve fuego sobre Madrid y aumentan las ruinas y la sangre, y aún continuarán marchando sobre él, batallones y batallones, como legiones de otras épocas, a reforzar el asedio de la ciudad rebelde de la que quizá no se haya dicho: "No quedará piedra sobre piedra".
MENCIÓN A TOLEDO Y EL ALCÁZAR
Todas las plumas de España han temblado de emoción ante Toledo, donde aún monta guardia el centinela perenne del Alcázar. ¡La mejor gesta de la guerra, que no pudo sepultar la dinamita ni quebrantar la intromisión diplomática ni las prédicas traidoras de un clérigo cobarde!!!
Las grietas y desgarraduras, el montón de ruinas monumentales, en que se materializa la nueva epopeya de la ciudad imperial, no nos hablan de dolores y lágrimas, porque si se ha sufrido estoicamente ¡no se ha llorado en el Alcázar! Flotando sobre aquellos, el espíritu de la raza, recoge la voz de España inmortal para proclamar la excelsitud del gran- triunfo...
Triunfo del espíritu que no muere, sobre la materia caduca, triunfo de la fe sobre la duda que acobarda y mata...
Hemos llegado hasta este templo de heroísmo y con la misma unción del peregrino, visitamos las dependencias ruinosas, en que cada piedra descuajada es un monumento, y donde derruidas las cuatro torres alcazareñas, quedan en pie Moscardó y los suyos como los mejores pilares de la España que renace...
¡Alcázar, Templo de la patria, lugar de meditación y recogimiento!... A vuestras plantas murmura el Tajo su oración eterna, que a veces es lamento y a veces es canción. Y luego, marchando con las ondas, llegan sus acentos hasta el mar azul, donde América española los recoge para sublimarios en el mismo anhelo de oración.
Fuentes:
- Vela Monsalve, Carlos. 1937. “España después del 18 de julio”. Editorial Splendor. Santiago.
- Baumann, Gerold Gino. 2009. "Los Voluntarios latinoamericanos en la Guerra Civil Española". UCLM.
- Blog “Carlos Vela Monsalve”. https://carlosvelamonsalve.blogspot.com
Notas:
1. Por favor, si copias, no me importa, pero cita el blog https://vestigiosguerraciviltoledo.blogspot.com
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